viernes, abril 04, 2008

REVISITANDO BEN HUR

Después de muchísimos años he vuelto a ver Ben Hur, un poco por la semana santa, cuando siempre lo retransmiten. En la memoria tenía un filme lento, largo, pesado, que apenas se salvaba por la emocionante carrera de cuádrigas, amén que había iniciado en la juventud un proceso de alejamiento de mi iglesia nodriza y la película me guardaba un sabor a las historias consabidas de la vida de Jesús; por lo que trataba de evitarlo. Revisitando Ben Hur veo que mi memoria guardaba un retrato poco fiel. Es una cinta interesante, no solo un “cuento cristiano” como dice el subtítulo, sino la recreación de toda una época con personajes ricos en matices.

Por ejemplo, en la relación de Ben Hur con su amigo de la infancia Messala se especulaba que existía una relación homosexual entre ambos o por lo menos una atracción expresada en las miradas cruzadas al inicio del filme, cuando los dos amigos se reencuentran luego de muchos años. La verdad que no he podido encontrar nada de eso. Los defensores de la tesis podrán alegar que por la censura de la época no se podía ir más allá. De repente, pero yo no encontré nada de miradas lujuriosas o por lo menos cómplices o furtivas; lo que sí, en cambio, encontré en una película casi coetánea a Ben Hur, como Lawrence de Arabia (David Lean,1962), donde el realizador dibuja explícitamente una personalidad homosexual y narcisista del personaje central, el cual se sentía atraído por los jóvenes árabes que reclutaba para su sueño romántico de una Arabia unida y libre.

Lo más interesante –aparte de la memorable carrera- me pareció la travesía o viaje interior que realiza Judah. Desde el inocente joven al inicio del filme, que vive con su madre y hermana, prendado de la hermosa Esther, hija de su mayordomo, que víctima de la manipulación de Messala descenderá al infierno del odio y el ánimo de la venganza al verse acusado injustamente, sufrir por el encarcelamiento de su familia y confiscadas sus propiedades, odio y venganza que lo mantienen vivo en las galeras. De allí pasará a un estadio “mundano” cuando es adoptado por el Cónsul Arrius en agradecimiento por haberle salvado la vida, beneficiándose del lujo y los placeres sensoriales que brinda Roma –estadio al que corresponde la carrera de cuádrigas que expresa el ego, todavía no desprendido, de Ben Hur- hasta el estadio final que corresponde al perdón y a dejar de lado el espíritu de revancha, gracias al mensaje de Cristo, con quien se encuentra en algunos pasajes importantes de su vida. Es el estadio liberador del alma y el vivir reconciliado y en armonía consigo mismo.
Gracias a ese viaje interior, Judah recorre un camino en espiral. Vuelve a la bondad e inocencia de los inicios, pero enriquecido por el mensaje de Cristo. La dialéctica presente.

Precisamente en la imagen de Cristo se evita la grandilocuencia en la que comúnmente desbarrancan los filmes que abordan la vida del Mesías. A Cristo más “lo sentimos” que vemos propiamente. Nunca es presentado de frente o en primer plano, sino que su presencia es resaltada a través de fragmentos (unas manos que dan agua o acarician el pelo), de espaldas o a lo lejos. Con esos recursos magnifican su presencia, al sentir –debido a nuestro imaginario cultural- que estamos ante la presencia de “Él”, como el soldado romano que arrojando el cucharón de agua que Jesús le proporciona a Ben Hur en su camino a las galeras, al verlo cara a cara, por la expresión de su rostro sabemos se siente impotente ante esa presencia omnímoda, sin saber qué hacer para salir de la situación embarazosa en que se encuentra, conociendo nosotros que la causa es por estar frente al Mesías. O cuando Ben Hur lo mira cara a cara y siente una gran paz reflejada en su rostro, enfocado en primer plano. Al “sentir” la presencia de Cristo más que verlo, el sentimiento de magnificencia opera en nosotros, porqué sabemos se trata del Redentor, sin necesidad de que éste haga milagros (que si los hace) o aparezca como una imagen de estampita religiosa o con un discurso solemne y aburrido extraído de las sagradas escrituras, como tantas veces hemos presenciado en las cintas sobre su vida.

Como el subtítulo lo anuncia, Ben Hur es un cuento cristiano, aleccionador, de fábula, pero realizado con mucha inteligencia y paradójicamente por un director que era de origen judío.
Hasta donde tengo entendido fue un trabajo “de encargo” para el realizador William Wyler, pero como sucede con los realizadores de talento, impregnaba su yo al filme, convirtiendo lo que pudo ser un mamotreto denso y pesado en una obra de clase que hasta ahora pervive, y demostrando una vez más que cine comercial y calidad no están reñidos, cuando se hace las cosas con inteligencia y cuando se le insufla ese soplo creativo que logran solo las grandes obras maestras.
Eduardo Jiménez J.
lagartocine@yahoo.es


BEN HUR [Ben-Hur: A Tale of the Christ]
Dir: William Wyler
Guión: Karl Tunberg, basado en la novela del General Lew Wallace
c/ Charlton Heston (Judah Ben-Hur), Jack Hawkins (Quintus Arrius), Haya Harareet (Esther), Stephen Boyd (Messala), Hugh Griffith (Sheik Ilderim), Martha Scott (Miriam), Cathy O'Donnell (Tirzah), Sam Jaffe (Simonides), Finlay Currie (Baltasar/ el Narrador), Frank Thring (Poncio Pilatos), Terence Longdon (Drusus), George Relph (Tiberius Caesar), André Morell (Sextus)
EEUU/1959/Drama histórico***/Películas del ayer

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