miércoles, abril 09, 2008

CHARLTON HESTON

Cuando mi comentario sobre Ben Hur estaba listo y posteado, luego que muy pocos días atrás había vuelto a ver esta buena película, me llega la noticia del fallecimiento de Charlton Heston.

Perteneciente al sistema de las grandes estrellas del Hollywood clásico, propiamente no era un gran actor, pero poseía lo que Armando Robles Godoy denomina “presencia”. Esos actores como John Wayne, Clark Gable y el propio Heston, que les bastaba con pararse frente a la cámara. Su cuerpo atlético, bien configurado, su “buen ver” y rasgos típicos de WASP (White anglo-saxon protestant) le abrieron las puertas del cine.

Actuó en infinidad de películas (55 días en Pekín, Marabunta, Los 10 mandamientos, Ben Hur, El Cid); pero, personalmente me quedo con una, El planeta de los simios (1968). Película concebida como de “serie B”, le insufló a su personaje un aliento shakesperiano trágico: escéptico ante la especie humana, duda de la existencia de cualquier ser divino que haya creado una raza tan abyecta y destructiva, se inscribe de voluntario en la misión espacial un poco para alejarse de este mundo. La escena final con la estatua de la Libertad derribada le concede la razón sobre la estupidez de la especie: “Lo hicieron, malditos, lo hicieron” clama impotente y desolado, cerrándose trágicamente así esta estupenda película de corte apocalíptico.

Tipo conservador, más cercano a los republicanos (era muy amigo de Ronald Reagan), Charlton Heston fue presidente de la Asociación Nacional del Rifle, que defiende el derecho de todo norteamericano a armarse como si estuviese en el lejano oeste. Michael Moore le hizo una notable entrevista sarcástica en Bowling for Columbine. Quiero imaginar –solo imaginar- que el deterioro que produjo en su mente la penosa y progresiva enfermedad que le iba borrando la memoria poco a poco, le hacía confundir realidad con ficción, y el buen Charlton confundía las películas donde había actuado y en las que hundía hasta la empuñadura del cuchillo o disparaba su escopeta hasta agotar las últimas balas contra todo indio, chino, gángster o villano que tuviese enfrente con la vida real, que casi siempre es más compleja que los filmes.

Quizás para él, al final de sus días, la vida era una gran película que estaba rodando con el gran Cecil o el notable Wyler. Descansa en paz.
Eduardo Jiménez J.
lagartocine@yahoo.es

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