martes, marzo 27, 2007


TRANSAMÉRICA [Transamerica]
Dirección y guión: Duncan Tucker.
c/ Felicity Huffman (Bree), Kevin Zegers (Toby), Fionnula Flanagan (Elizabeth), Elizabeth Peña (Margaret), Graham Greene (Calvin), Burt Young (Murray), Carrie Preston (Sydney)
EEUU/2005/Comedia dramática+++

El reconocimiento del otro y la tolerancia mutua

Tal parece ser el mensaje de Transamérica: el reconocimiento del otro y la tolerancia mutua que implica ese reconocimiento a pesar de ser distintos. Un hombre que está a punto de cambiar de sexo (Felicity Huffman) descubre que tiene un hijo de una relación esporádica con una antigua amiga lesbiana, que para más detalles, es un joven que se prostituye con hombres y que ha sido detenido por posesión de drogas. Ambos, padre e hijo, tienen antecedentes familiares borrascosos. Stan/Bree viene de una familia con una madre castradora y autoritaria, que controla el menor movimiento de los miembros de la familia, logrando escapar de ese ambiente asfixiante y hacer su propia vida. Toby (Kevin Zegers) no ha tenido mejor suerte. Fue testigo del suicidio de su madre y su padrastro abusaba sexualmente de él desde muy niño.
Para añadir la disparidad con respecto al estándar “normal”, ambos tienen en la vida metas poco comunes para el resto de mortales. Bree es un hombre que quiere ser mujer y el sueño de Toby es ser actor de películas porno para homosexuales.

Es así que estos dos personajes totalmente distintos y contrapuestos se encontrarán y se irán conociendo en un viaje desde Nueva York hasta Los Ángeles, y como sucede en los filmes de road movie, el viaje es un pretexto para ese irse conociendo padre-hijo. El conocimiento mutuo no estará exento de problemas, choques y conflictos, pero la tolerancia se manifiesta en ese reconocerse el uno en el otro y saberse partes unidas por un lazo consanguíneo a sabiendas que son distintos. La escena final grafica claramente esa idea.

La película se sostiene gracias a la magnífica actuación de Felicity Huffman, mujer en la vida real (y muy guapa), que ha sabido modular inteligentemente a su personaje transexual, en el tono de voz, los gestos, el andar, el temperamento y demás detalles. También la trama ha sabido eludir hábilmente la parte melodramática de la historia, sino más bien tratando con cariño a sus personajes y eludiendo las tintas oscuras.

Tengo entendido que es el primer filme del realizador, Duncan Tucker (licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Nueva York), y muestra de “ese otro cine” que se hace en Estados Unidos lejos de los grandes estudios y que a estas tierras llega a cuentagotas. Transamérica es una grata visión.
lagartocine@yahoo.es

jueves, marzo 22, 2007


MARÍA ANTONIETA [Marie Antoinette]
Dir.: Sofia Coppola
Guión: Sofia Coppola; basado en el libro "María Antonieta: La última reina" de Antonia Fraser
c/ Kirsten Dunst (María Antonieta), Jason Schwartzman (Luis XVI), Rip Torn (Luis XV), Judy Davis (condesa de Noailles), Asia Argento (madame Du Barry), Marianne Faithfull (emperatriz María Teresa)
EEUU-Fra/2006/Biopic+++

Creo que a los franceses no les ha caído en mucha gracia el filme de Sofía Coppola sobre la última reina de Francia debido a que no se ciñe a la imagen “tradicional” e histórica que todos tenemos de la reina austriaca, a la que algunos -con bastante injusticia- han achacado la responsabilidad del derrumbe de la monarquía y el advenimiento de la revolución francesa.

Es que la María Antonieta descrita por la Coppola más corresponde a una joven soñadora y pragmática a la vez de fines del siglo XX que a la encopetada y frívola soberana que –producto de su desconocimiento político y desconexión con la realidad- sugería que el pueblo, al morirse de hambre, coma tortas al no tener pan. (Un ejemplo: cuando conoce personalmente a su novio y futuro esposo –de quien solo tenía referencias por un pequeño retrato- le dice que es más joven de lo que parece, pareciendo así más una chica contemporánea que conoce a un muchacho por el chat o el correo electrónico y le habla de tú a tú que la futura reina de Francia, que debe guardar todas las formalidades propias de su investidura).

Abarcando un arco temporal de cerca de veinte años, desde que la joven (tenía quince años) María Antonieta es entregada en matrimonio al delfín de Francia, Luis XVI, en 1770, a fin de cimentar la alianza franco-austriaca hasta la huída de la familia real de Versalles en 1789 (otro detalle que no presenciamos en la película es la decapitación de María Antonieta, para los efectos de la historia fílmica no interesa mucho). Como en Lost in translation (Perdidos en Tokio, 2003) y también en su primer filme, Las vírgenes suicidas (1999), la idea-fuerza no es tanto el recuento escrupuloso de los hechos históricos tal como sucedieron sino describir la soledad, la falta (o dificultad) de comunicación, el aislacionismo y la falta de comprensión hacia el otro en el mundo post moderno. Por eso, en María Antonieta no importan tanto los hechos históricos propiamente, sino adentrarnos en el alma femenina de la protagonista. Saber que piensa, cómo se siente, cómo se ve esta joven en un mundo extraño a ella, asemejándose el diseño del personaje a una mujer contemporánea a fin que la generación actual la vea con los ojos propios de la percepción e ideología de esta época.

En una corte frívola y ceremonial (como María dice en un momento de desesperación frente a todo ese absurdo ceremonial es ridícula, y la chaperona le retruca secamente es Versalles), María Antonieta es alegre, espontánea, pero se aburre en ese mundo, al que con el tiempo se adaptará y le “sacará la vuelta”, consiguiendo un amante, comprando compulsivamente ropas y zapatos (como cualquier mujer de la época actual) y haciendo sus días más llevaderos en esa corte que la agobia y frente a un joven rey bastante frío e indiferente a su joven esposa, que prefiere dedicarse a la caza y hacer candados que a complacer a su fogosa y calenturienta consorte (las hormonas dirían los médicos actuales).

María Antonieta al final se impondrá a esa corte, al costo de adquirir ese carácter frívolo con el que ha pasado a la historia. De allí que la realizadora también alterne la música clásica con música rock, en consonancia con lo que quiere trasmitir: el deseo y sentimiento de una chica que quiere vivir su vida como cualquier adolescente, liberarse de ese oprobio ceremonial (“prisionera de la corte”) en la música a fin de ser ella misma; y, son esas escenas con música “discrónica” (que no corresponde a la época en que se desarrolla la historia) las mejores del filme.

En lo personal preferimos el anterior trabajo de Sofía Coppola, Lost in translation, nos parece el más acabado de su –por ahora- corta filmografía como realizadora. Sin embargo, María Antonieta merece verse por la frescura e irreverencia con que ha tratado al personaje, salvando así el acartonamiento “histórico”, escollo principal y más peligroso en éste tipo de filmes.

Pese a que se anunció su estreno en nuestro país, M.A. jamás se estrenó comercialmente –con lo que ya suman decenas las películas que por una misteriosa razón al final son cancelados los estrenos, pese a que en países vecinos se exhiben sin dificultad-, aunque está disponible en dvd, sobretodo para quienes seguimos la carrera de esta interesante cineasta. Como dice el viejo adagio “de raza le viene al galgo”. No hay que perder su trayectoria. Todavía tiene mucho más que aportar esta joven realizadora.
lagartocine@yahoo.es

lunes, marzo 19, 2007



DREAMGIRLS /
EL REY DE LOS HUEVONES




DREAMGIRLS
Dir. y guión: Bill Condon
c/ Jamie Foxx (Curtis), Beyoncé Knowles (Deena), Eddie Murphy (Jimmy “Thunder” Early), Jennifer Hudson (Effie), Danny Glover (Marty)
EEUU/2006/Musical+++

Diana Ross y The Supremes en visión edulcorada

Realizar una biopic musical de un grupo musical famosísimo en su momento como fue Diana Ross y The Supremes (apenas disfrazado bajo otros nombres) es riesgoso, debido a que se puede caer en la visión complaciente y dulce. Es lo que le sucede a la película de Bill Condon, el afamado director y/o guionista de éxitos como Chicago, Kinsey y Dioses y monstruos.

Dreamgirls es un musical convencional que trata el ascenso y fin de la carrera del popular trío que marcó época entre los años sesenta y setenta (tenemos entendido que se basa en la obra teatral homónima de Tom Eyen). Se ha omitido las asperezas propias de una carrera difícil y las luchas a muerte que se produjeron al interior del grupo (como pasó en la vida real con The Supremes), en ese negocio tan duro e implacable como es el negocio disquero, donde todo vale para ser el número uno.

No es que necesariamente un musical que trate de un grupo famoso deba ser fiel a la historia original. Total, estamos ante una ficción; pero, siendo tan intensa y apasionante la historia real, todo eso le hubiera dado más “sabor” al filme, que la versión light pulcramente ha omitido.

La película tiene interés cuando recrea la atmósfera de los años sesenta y la lucha por los derechos civiles de los negros. Esa época, cuando todavía estaba prohibido a un músico negro tocar en ambientes de blancos o se ponían “filtros” en la radio a la música hecha por gente “de color” está bien contextualizado, alternando números musicales con la acción propiamente, permitiéndose el director algunas “audacias” como cuando los personajes en momentos dramáticos recitan sus parlamentos cantando, pero no va más allá. En poca más de dos horas nos va contando la historia en clave edulcorada de la estrella de la música disco Diana Ross y el grupo The Supremes: su origen humilde, el ascenso, la consagración, las rencillas internas, la expulsión de la voz principal del grupo primigenio (según dice la leyenda “serruchada de piso” de la Ross, debido a que le hacía “sombra” al cantar mejor que ella), la ambición del manager del grupo, un tipo inescrupuloso –interpretado excelentemente por Jamie Foxx-, sobre quien recae “toda la culpa” de lo que pasa, y por supuesto, la reconciliación final con la chica injustamente separada. Happy end y cortina musical. No hay más (según la historia real, el final no fue tan bello, ya que la chica a la que marginaron, Florence Ballard en la vida real, tenía una voz hermosa y muy potente, pero era inestable emocionalmente y cayó en una fuerte depresión, suicidándose en 1976, pero eso la película ha preferido omitirlo).

Aparte de los musicales, que son sus mejores momentos, hay que rescatar de Dreamgirls las actuaciones. Eddie Murphy cumple en su papel como el gran cantante de soul Jimmy “Thunder” Early. No exagera en su rol y hasta parece que ha gozado interpretándolo (ha prestado su voz a las canciones). “Encaja” como anillo al dedo en su personaje. Fue una grata sorpresa. Jamie Foxx como siempre mimetizándose en su personaje, esta vez interpretando magníficamente al productor sin escrúpulos (el “malo” de la película) que hace todo lo posible para que el grupo esté en el top ten. Hasta para caer antipático es magistral Foxx. Beyoncé Knowles cumple correctamente en su papel y punto. Pero, quien se “roba” la película, tratándose de un musical, es Jennifer Hudson. Voz y temperamento potente, sensibilidad a flor de piel, a punto de explosionar en cualquier momento, como un volcán. Película pensada para llevarse varios Óscar (que no lo logró), sólo por Jennifer Hudson merece verse Dreamgirls.
lagartocine@yahoo.es



EL REY DE LOS HUEVONES
Dir: Boris Quercia
Guión: Diego Izquierdo
c/ Boris Quercia (Anselmo), Rhandy Piñango (Mario), Angie Jibaja (Eva), Tamara Acosta (Sandra), Diego Hurtado (Adrián)
Chile/2006/Comedia++

La comedia es un género bastante difícil. Se puede caer en los excesos en cualquier momento, seguir una ruta convencional apegada a un guión o pecar de pacata.

El rey de los huevones tiene los últimos dos defectos. Un taxista (Anselmo) es conocido como el rey de los huevones (la voz huevón tiene la misma acepción que en Perú en sentido de ingenuo, tonto, cándido, pero a diferencia nuestra, allá es usada en todo momento y en todo lugar) desde que devolvió un maletín lleno de dinero dejada por olvido en su taxi. Por su naturaleza bonachona e ingenua se aprovechan sus amigos empezando por Mario, quiere en secreto a Sandra (la novia de Mario) y se le cruza en el camino una mujer “vamp” y totalmente “pendex” interpretada por nuestra connacional Angie Jibaja (aunque algunos sostienen que solo se interpreta a sí misma) que le “encarga” cuidar a su menor hijo (Adrián) mientras ella realiza sus fechorías. Los personajes deliberadamente son clichés o estereotipos.

Esos elementos pudieron potenciarse y dar para más (por ejemplo con personajes clichés y trama melodramática nuestro compatriota Álvaro Velarde hizo una deliciosa comedia El destino no tiene favoritos). Acá, todo queda en el camino, en buenas intenciones de lo que pudo ser una comedia de la vida sin escrúpulos y sin valores en el mundo actual. Boris Quercia se defiende bien en su papel como “el huevón” así como los demás protagónicos, sin embargo la película no despega. Los villanos –también estereotipados cómicamente- aparecen sin razón y así como aparecen súbitamente, también desaparecen (hay una escena de la víctima en la maletera de un auto que es un tributo “en clave cómica” –aunque no muy lograda- a la escena inicial de Buenos muchachos de Scorsese).

No es por chovinismo –difícilmente este Lagarto cree en las patrioterías de opereta-, pero si le hubieran dado más protagonismo al papel de Angie Jibaja como la “mala”, la película habría tenido más interés (y de paso con algunos desnuditos más de nuestro “producto nacional”), habría sido más llamativa; aunque el final de Anselmo (luego de una elipsis) nos da cuenta que deja de ser “el rey de los huevones” y que ese título se lo trasfiere a su mejor amigo, Mario. Signo que el “billete” lo compra todo. Hasta la mujer de su amigo. Final cínico a la manera de las viejas comedias de Wilder, aunque no tan logrado y que sobretodo le faltó el “relleno” necesario en la hora cuarenta minutos previa.
lagartocine@yahoo.es

martes, marzo 13, 2007


BORAT [Borat: Cultural learnings of America for make benefit glorious nation of Kazakhstan]
Dir.: Larry Charles.
Guión: Sacha Baron Cohen, Anthony Hines, Peter Baynham y Dan Mazer; basado en un argumento de Sacha Baron Cohen, Peter Baynham, Anthony Hines y Todd Phillips.
c/ Sacha Baron Cohen (Borat), Ken Davitian (Azamat)
Comedia/USA/2006+++

Creo que Borat es un filme sobrevalorado. Es cierto que ataca las bases de lo “políticamente correcto” en Norteamérica como ir contra los negros, los homosexuales, los WASP ultra conservadores, las feministas, los salvadores en la fe, entre otros, utilizando el humor corrosivo, disolvente, fórmula que han aplicado infinidad de escritores y cineastas con mayor fortuna que Borat.

Fingiendo un falso documental (Mockumentary como le denominan los sajones) de un reportero de la remota república de Kazajistán enviado por su gobierno a los Estados Unidos de Norteamérica a fin de conocer los secretos y costumbres de la primera potencia del mundo. Es así que Borat (el título largo en español es Borat: el segundo mejor reportero del glorioso país Kazajistán viaja a América) emprende un viaje de conocimiento y experiencia a la manera que lo haría un provinciano que va a la gran ciudad en busca de fama y fortuna y se queda deslumbrado de todo lo que ve, confundiendo protocolos y normas sociales, y cargando un natural bagaje de supercherías y prejuicios (en este caso contra los judíos y los gitanos). Ese contraste entre el personaje supuestamente ingenuo, simplón, supersticioso y lleno de prejuicios versus la civilización compleja y “adelantada” es la clave del filme. Borat se burla de su entorno de manera tan inocente que baja las defensas de los “civilizadores”, abstraídos en su etnocentrismo que no ven más allá de su ombligo.

Estructurada como una road movie (“cine de carretera”) veremos a nuestro personaje en una serie de situaciones cómicas que nos hace recordar mucho al humor practicado por Buster Keaton o Charles Chaplin y los gags de la época del cine mudo, llegando al paroxismo cuando se presenta en un rodeo y ante un nutrido público conservador canta el supuesto himno nacional de su país con la música del himno norteamericano, no sin antes haberles tomado el pelo a ese grupo de WASP ultra conservadores cuando maldice a Iraq y a los terroristas, y cada maldición es peor que la anterior, produciendo el efecto contrario en el espectador (mas no a los WASP que quedan perplejos): hilaridad ante la tomadura de pelo. Humor disolvente y la mejor muestra de ese estilo burlón e irrespetuoso.

Pero, también allí radica el límite de la película (a estas alturas no podemos hablar ni remotamente de un cine de autor, el director está sólo para dirigir las escenas al servicio de Sacha Baron Cohen, nada más). Borat es una sucesión de gags, unos mejor que otros, hilvanados a través del personaje central, desfalleciendo al final, con el supuesto secuestro de Pamela Anderson (Baywatch).

Hay “guiños” a películas sesenteras que le ponen la atmósfera a lo que quiere trasmitir, como Midnight cowboy (1969) o Easy rider (1969), o más contemporáneas como El proyecto de la bruja de Blair (1999).

En lo que acierta es en el diseño del personaje. Dibujado como un provinciano deslumbrado ante “la gran ciudad”, con comportamientos pueblerinos que sirven de “pivote” a los gags que vendrán a continuación. Pero, los gags no son todo. Enlazar las situaciones cómicas o estrafalarias que va teniendo Borat en su largo recorrido de “costa a costa” para casarse con la heroína de Baywatch (leit motiv de la película) no es suficiente para decir que estamos ante una “gran película”. La película tiene defectos de estructura, de narración, que a veces da la impresión de caerse sino fuera por la actuación de Sacha Baron Cohen.

Borat es una película de “actor” más que de conjunto. Sobresale la parte ante el todo y es probable que con otro actor la película se hubiera “caído” irremediablemente. Borat se deja ver, es irreverente, fresca, insolente, pero tiene límites que son insalvables.
lagartocine@yahoo.es

lunes, marzo 05, 2007


CARTAS DESDE IWO JIMA [Letters from Iwo Jima]
Dir: Clint Eastwood
Guión: Iris Yamashita y Paul Haggis; basado en el libro "Picture letters from commander in chief” de Tadamichi Kuribayashi.
c/ Ken Watanabe (general Tadamichi Kuribayashi), Kazunari Ninomiya (Saigo), Tsuyoshi Ihara (barón Nishi), Ryo Kase (Shimizu), Shidou Nakamura (teniente Ito), Nae (Hanako), Hiroshi Watanabe (teniente Fujita), Takumi Bando (capitán Tanida), Yuki Matsuzaki (Nozaki)
USA/2006/Bélico++++

La inutilidad de la guerra

Cartas desde Iwo Jima es una película atípica en el género bélico. Enfocando la batalla de Iwo Jima desde el lado japonés y el código de honor que disciplinadamente siguen los soldados que conocen de antemano que no tienen otro camino que morir con honor, va narrando los prolegómenos a la batalla y su relación con el “otro”, a los esfuerzos del lado nipón para contrarrestar un enemigo muy superior en número y en armamentos, por lo que todo ese esfuerzo de antemano se sabe inútil -de lo que son concientes los sitiados- pero no sin ofrecer fuerte resistencia y la mayor cantidad de bajas a los sitiadores.

Esa inutilidad de la guerra subyace en Cartas desde Iwo Jima, que nos va revelando los sentimientos más personales de los sitiados, recordando a su familia, amigos o pueblo de origen, más allá de su origen social o de casta. Morirán luchando por su emperador, con honor, aunque están más muertos que vivos, no solo porqué de antemano saben que morirán por la gloria del imperio japonés, sino por la desnutrición crónica que sufren y las enfermedades tropicales que hacen estragos entre la tropa, a lo que contribuye los colores “lavados”, casi monocromáticos, como si fuera un viejo documental rescatado del tiempo, como esas cartas de los soldados japoneses que jamás llegaron a su destino y que nos hace evocar épocas ya idas, surgida de la bruma de los recuerdos, a fin de escenificar una batalla que demuestre a las generaciones futuras la inutilidad de toda guerra. Pero –y esto es importante- la película no es un filme antibélico explícito, sino que lo deja a la lectura del espectador. Este deberá sacar sus propias conclusiones.
Hay un detalle que revela que norteamericanos y japoneses son tan iguales, al margen de las creencias por las que luchan. Al morir un soldado norteamericano capturado, se le descubre una carta dirigida a su madre. Abierta por el oficial japonés –conocedor del idioma y costumbres sajonas- el contenido es similar al que enviaría un soldado nipón a sus seres queridos. En ese detalle se revela que “el otro” es muy parecido en los sentimientos, afectos y emociones más allá de las fronteras del idioma o la cultura.

Filme triste, melancólico, reflexivo, intimista, subjetivo, de morir con honor, que es quizás la mejor manera de morir, de tributo a los caídos del lado contrario, que ya no son considerados enemigos, sino seres humanos como los sitiadores, y donde la inutilidad de la guerra se refleja en toda su crudeza. Cartas desde Iwo Jima es un hermoso filme, canto del cisne de un realizador que ha visto todo y que nada de la naturaleza humana le es ajena. Testamento y testimonio fílmico de la inutilidad de la guerra y de la condición humana. En esta época, donde los tambores de guerra vuelven a resonar con más furia, Cartas desde Iwo Jima es un buen antídoto a ese espíritu guerrerista e inútil.
lagartocine@yahoo.es

viernes, marzo 02, 2007


CLÁSICOS DE AYER Y HOY

LOS IMPERDONABLES [Unforgiven]
Dir.: Clint Eastwood
Guión: David Webb Peoples
c/ Clint Eastwood (Bill Munny), Gene Hackman (Little Bill Daggett), Morgan Freeman (Ned Logan), Richard Harris (English Bob)
EEUU/1992/Western++++/DVD

Bella elegía del fin de una época, de un hombre y de cómo van naciendo las leyendas.

Resalta en la película el grupo de prostitutas que, como un coro de tragedia griega, pide venganza por la afrenta infligida a una de las chicas (acuchillada en la cara por un vaquero). A la venganza –que coralmente es pedida y que es el disparador de la historia que viene después- se contrapone lo crematístico, como un elemento prosaico, propio de estos tiempos; representado en el cantinero que exhibe un contrato que tiene con la chica agraviada y que reclama por su “inversión de capital”, pidiendo una reparación (indemnización por los daños y perjuicios), debido a que la prostituta tasajeada en el rostro por el vaquero no tendrá el atractivo necesario para captar más clientes, ocasionándole a él un perjuicio económico (el cantinero exhibe como medio probatorio el contrato que tiene con la prostituta).
Por tal razón, el sheriff decide cambiar el castigo físico (latigazos que hubieran calmado la sed de venganza de las chicas) por una indemnización que es “tasada” en la entrega de un determinado número de caballos al cantinero en lugar y fecha convenidos (un acuerdo resarcitorio), lo cual causa la natural ira de las prostitutas al no recibir castigo el vaquero agraviador (recordemos que en la escala social estaban bastante abajo, quizás más abajo que ellas solo los negros y los indios, por eso el sheriff no toma en cuenta la afrenta infligida a la chica agraviada), recurriendo por tanto a pistoleros profesionales para saciar su sed de venganza y el respeto a las cuales se sienten, con justicia, merecedoras.

Esos elementos son el “detonante” de la historia y que la “jalará” hasta la resolución final (en el medio está el excepcional English Bob, un pistolero que va contando sus historias –ya bastante cambiadas- a un escritor, dando origen a las leyendas del viejo oeste) la misma que no se libra de ese aire de tragedia griega, cuando Bill Munny profiere, en medio de una torrencial lluvia a la medianoche (lluvia muy similar a cómo se inicia el drama), la advertencia al pueblo en general -esta vez un coro anónimo- que nadie se meta con las prostitutas de ahora en adelante (Obligación de no hacer), baja pena de muerte, elevándolas a estas de su condición de simples dadoras de placer a la de mujeres que merecen respeto, así como que se de cristiana sepultura a su compañero caído, Ned Logan (Obligación de hacer), que por añadidura es negro, convirtiéndose el propio Bill es un ángel vengador y juez al mismo tiempo, disolviéndose luego en el anonimato tras la advertencia pública proferida, así como los héroes de la antigüedad desaparecían en la muerte o subían al Olimpo de los dioses. El arrepentimiento que el propio Bill siente por su pasado (un pasado cuyas acciones quiere expiar por medio de la redención “vengando” la afrenta a la prostituta tasajeada) y el recuerdo de un ser querido ya muerto, es parte de esa carga trágica que tenían los héroes. Esos elementos propios de la tragedia griega son insertados inteligentemente en un filme como Los imperdonables, típico del género western, elevándolo a la condición de clásico.
lagartocine@yahoo.es