La vida de Lincoln es motivo de un nuevo
interés en los últimos años, con lecturas más bien contemporáneas. Robert
Redford realizó La
conspiración en 2010 sobre las
consecuencias del asesinato de Lincoln y las repercusiones de procesos
judiciales sin las garantías suficientes para los acusados, en una clara
alusión a los detenidos “sin juicio justo”, consecuencia del atentado a las
Torres Gemelas el 2001. El Lincoln de
Spielberg (al igual que Redford, del ala liberal de los actores y
directores norteamericanos), es también una lectura contemporánea que alude al cordón
umbilical entre el gran presidente, la liberación de los esclavos y la
adquisición de derechos políticos por estos, los líderes afroamericanos de los
años 50 y 60 hasta desembocar en Barack Obama, como el primer presidente negro
de los Estados Unidos, y la gran responsabilidad histórica que le toca por
ello.
Asimismo, se emparenta con otro filme
anterior de Spielberg, Amistad
(1997), vivo alegato contra la esclavitud basado en hechos que acaecieron
veinticinco años antes que los de Lincoln,
con el cual muy bien puede hacer un díptico.
La película se centra en los últimos meses
del mandatario. La guerra civil ya va a terminar y su preocupación es que se
incluya como enmienda constitucional la abolición de la esclavitud en toda la Unión , lo cual daría
seguridad jurídica de su cumplimiento en todos los estados, incluyendo los
rebeldes del sur.
No la tiene fácil, ya que solo un sector del
Partido Republicano está de acuerdo con la enmienda (en aquella época los
republicanos eran los más progresistas, a diferencia de los demócratas, más
conservadores del statu quo). La enmienda ya fue aprobada en el Senado, pero
requiere la ratificación de por lo menos dos tercios de los representantes; por
lo que Lincoln y su grupo están a la caza de los votos a fin de conseguir
aprobar la ansiada enmienda constitucional.
Ese aspecto es lo interesante de la película.
No nos presenta al Lincoln pétreo, de estatua o, peor aún, de estampita inmaculada;
sino a un político que “cubiletea”, maneja hábilmente los resortes del tinglado
legal-democrático, “compra votos” -en el buen sentido del término- para una
noble causa. Es el hombre de carne y hueso, con problemas con su esposa e hijo,
que es bastante ocurrente, proclive a contar chanzas y anécdotas a quien lo
rodea, muy lejos de la imagen iconográfica del 16º presidente de los Estados
Unidos; pero también cansado y avejentado prematuramente por la grave
responsabilidad de la guerra (es posible que, de no ser asesinado, solo hubiese
vivido unos años más). Lo vemos en el seno familiar, con los colegas de su
partido, departiendo con los soldados, visitando a los heridos en el hospital.
Es un filme más contemplativo que de acción,
como de alguien que mirase lo que hace el Sr. Lincoln en los últimos meses de
su vida antes del aciago final, lo que es subrayado por la ausencia casi total
de música invasiva que subraye lo que estamos viendo. Es el Lincoln en una
visión personal de Spielberg y quizás una de sus mejores películas.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es
LINCOLN
Dir: Steven Spielberg
Guión: Tony Kushner, basado en el libro de
Doris Kearns Goodwin
c/ Daniel Day-Lewis (Abraham Lincoln), Sally Field (Mary Todd Lincoln), Joseph
Gordon-Levitt (Robert Lincoln), Tommy
Lee Jones (Thaddeus Stevens)
EEUU/2012/Biopic****/Dvd/Estrenos
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