lunes, febrero 25, 2008

MAÑANA TE CUENTO 2


Siempre las segundas partes o continuaciones son difíciles de satisfacer, debido a que existe la recurrente comparación con la primigenia versión. Es lo que pasó con Shrek, por ejemplo, y es lo que pasa con la segunda parte de Mañana te cuento.

La primera entrega tenía la frescura de la novedad. Historia de iniciación sexual de un grupo de adolescentes (filme de “teenagers”), sin mucha pretensión, se encontraba inscrita en la vertiente de películas tipo Porky; sin embargo, la segunda entrega tiene fallas serias. Da la impresión que ha existido un apresuramiento, un guión poco trabajado, con un tratamiento indefinido entre la comedia y el drama. El filme comienza bien, estamos ante el grupo de amigos, algunos años después, con una juerga maldita, donde uno de ellos para “ligar” chicas se hace pasar por futbolista extranjero, otro le ha dado por la devoción religiosa, mientras que Manuel es un columnista en un periódico local. Ese comienzo estaba bien, estamos ante otra aventura del grupo de amigos; pero cuando interviene el personaje de Melania Urbina con el robo al novio (un malo malísimo Giovanni Ciccia) cambia la óptica del filme, pasando a un drama de persecuciones y secuestros con unos villanos dignos de las peores películas mexicanas. Si por lo menos hubiera estado en el tono del pastiche y la burla medio que pasaba, pero tal como está el tratamiento, llenando escenas para tener el metraje necesario, con un final precipitado y actuaciones bastante irregulares, deja mucho que desear. Ojalá que la tercera parte (ya prometida gracias al socio inversionista norteamericano) sea para mejor y no como sucedió con esta pobre continuación.
Eduardo Jiménez J.
lagartocine@yahoo.es


MAÑANA TE CUENTO 2
Dir. y guión: Eduardo Mendoza
c/ Melania Urbina (Bibiana), Bruno Ascenzo (Manuel),Giovanni Ciccia (Alfredo),
Vanesa Jeri (Lorena), Magdiel Ugaz (Secuestradora)
Perú/2007/Comedia**/Estrenos


jueves, febrero 21, 2008

SICKO


Norteamérica es la tierra de los grandes contrastes: junto a la libertad y riqueza se puede encontrar miseria y desesperanza; junto a la democracia como forma política por excelencia, los grupos de poder económico en alianza con el poder político.

El último documental de Michael Moore trata sobre el sistema de salud en los Estados Unidos. Para ello usa el impacto emocional de la noticia con casos puntuales de personas que han sufrido la burla de las compañías aseguradoras, levantando un espectáculo de los hechos documentados. Lo que en otros documentalistas es una distante y fría apreciación de los hechos, en Moore se convierte en noticia sensacionalista, utilizando mecanismos similares a los de la prensa amarilla y el talk show. Apunta más a los sentidos que a la razón, ya que sabe que de esa manera va a impactar más fácilmente. Igualmente vemos su estilo en la presencia frente a cámaras del realizador, con un narcisismo muy marcado, el tomar posición por una parte, el burlarse del antagonista, el trabajo previo de los diálogos (ante cámaras no hay improvisación sino denota que todo está ensayado previamente).

Para precisar, estamos acercándonos al estilo de Moore, que es una constante en todos sus documentales vistos, muy al margen de que simpaticemos o no con su punto de vista o la forma en que presenta los hechos. Evidentemente que al tratar sobre cómo no son atendidos muchos norteamericanos en su sistema de salud, ciudadanos comunes y corrientes como nosotros, llama a la solidaridad y al escándalo.

La primera parte se dedica a mostrar los casos puntuales, con una breve historia contada por el mismo paciente del via crucis que ha padecido o testimoniado por su cónyuge, de haber fallecido aquel. En la segunda parte realiza un análisis comparativo con otros sistemas de Occidente como Canadá, Gran Bretaña y Francia, donde en todos los sistemas la salud es gratuita y de acceso universal. La tercera parte es el regreso a los Estados Unidos y el caso de los bomberos que arriesgaron su vida en el 11-S y que producto de su arrojo y coraje sufren enfermedades crónicas, habiendo sido abandonados por el sistema de salud norteamericano. Asimismo, se presentan casos de abandono de pacientes que son arrojados de los hospitales por carecer de recursos económicos para atenderse (literalmente son arrojados del nosocomio o “se les deja ir”), lo cual ya linda con la barbarie y salvajada, que sería hasta raro de encontrar en un país llamado sub desarrollado. Resultados estadísticos: en poco más de treinta años de privatización del sistema de salud pública norteamericano, la tasa de salud en EEUU ha bajado a niveles alarmantes, casi compartiendo puestos con países del Tecer Mundo.

Pero, es la cuarta parte la que más polémica ha causado. Con el grupo de bomberos que no fueron atendidos por el servicio de salud se van a Cuba, donde recibirán atención gratuita para sus males (y de paso propaganda gratuita para el régimen cubano). Es la parte medular del filme, cuando se produce el punto álgido con que remata su documental.

Sicko es mejor que Fahrenheit 9/11, donde se quedaba en la mera especulación y la burla y no aportaba pruebas de la relación entre el presidente George Bush Jr. y Osama Bin-Laden. En cambio, en Sicko la parte probatoria está mejor resaltada y es más clara la exposición. El mensaje queda corroborado: es injusto e inhumano el actual sistema de salud norteamericano, lucrando las compañías de seguro con el paciente y negándose después a realizar las prestaciones a que están obligadas, muchas veces con la ayuda de médicos pagados por ellas mismas. Para eso, las declaraciones testimoniales de funcionarios y médicos que trabajaron dentro del sistema son evidentes.

Esperemos que llegue algún día vía la cartelera comercial a esta parte del mundo, aunque lo dudo, ya que la distribución fue boicoteada en su propio país (por lo del segmento en que los bomberos norteamericanos se van a Cuba a atenderse). Es otra de las constantes de Norteamérica: el que convivan tendencias contradictorias dentro del sistema, sin que una expulse a la otra, los lobies empresariales y la libertad de crítica de un documentalista.
Eduardo Jiménez J.
lagartocine@yahoo.es


SICKO
Dir y guión: Michael Moore
EEUU/2007/Documental***/Dvd/Las que nunca se estrenaron


lunes, febrero 18, 2008

MICHAEL CLAYTON


Los thrillers de procesos judiciales (“trials movie”) tienen la característica de tocar un tema social materia del juicio, casi siempre referido a una trasnacional (antaño era el poder político y la CIA) que utiliza todo el poder fáctico que posee (influencias políticas y judiciales) para ganar el proceso, sin importar las reglas éticas o procesales. En el otro lado se encuentran los perjudicados, ciudadanos de a pie, sin ningún poder que los apoye, representados por un joven abogado, soñador e idealista que con la sola fe de su convicción, cual Quijote, se lanza contra el aparato de la malévola trasnacional, venciéndola. Al final, el juez decreta una fuerte indemnización contra las víctimas y la sanción penal en caso de evidencia de cometimiento de delito contra los directivos de la pérfida empresa.
Por eso gustan mucho los thrillers de procesos judiciales. Es una satisfacción que siente el público común, al identificarse con los débiles, de vencer a un poderoso con las solas armas de la razón y de la convicción en los valores.

Estos thirllers tienen dos partes muy marcadas: la primera, los preparativos del juicio, la búsqueda de testigos, el conseguir pruebas, contar con la valiosa participación de algún perito, donde muchas veces para mantener en vilo al espectador, casi al final del proceso aparece el testigo clave o la prueba que inculpa a la trasnacional. La segunda parte es el juicio mismo, con jurado y juez, a veces con la variante de haberse “vendido” el magistrado o algún testigo a la trasnacional. Acá se luce el joven abogado, sufre las zancadillas de los abogados de la empresa y se “compra” al jurado con un emotivo alegato final. Luego viene el fallo del juez y el júbilo en la sala.

Más o menos ese es el esquema de los thrillers de procesos judiciales. Tony Gilroy que realiza su debut como director con Michael Clayton (amplio guionista que cuenta en su haber con la trilogía de Bourne) lo hace saliendo de las pautas tradicionales de este tipo de filmes para encaminarnos hacia los conflictos internos en la gran empresa.

Efectivamente, Michael Clayton rompe con los esquemas y personajes propios de este tipo de filmes para tocar más bien la figura del anti-héroe que siente la necesidad de reivindicarse con los demás, “lavar sus culpas”. El personaje central no es ningún idealista, sino un abogado de un gran estudio jurídico en Nueva York, desilusionado de su trabajo, que casi siempre consiste en arreglar los problemas legales inmediatos de los clientes del estudio, sin demasiados subterfugios, rápidamente y contando con los contactos en comisarías y juzgados que dejen bien librado al cliente. Es el “trabajo sucio” que los abogados socios no lo hacen (Clayton es un empleado eufemísticamente llamado “consejero principal”). Es sintomático del estado emocional en que se encuentra el personaje que se niega a realizar la componenda necesaria o el “arreglo” para que el cliente del inicio del filme salga bien librado del atropello cometido con su automóvil. En contraposición, su amigo y colega Arthur Edens es un notable abogado, socio del bufete, capaz de “darle la vuelta” a un caso judicial y que debe defender a una trasnacional dedicada a la agroquímica, habiéndose detectado que sus productos generan cáncer entre los consumidores, pequeños granjeros que lo usan para el cultivo de sus tierras. La situación se trastoca cuando el abogado que debe defender a la empresa en el juicio sufre una crisis de conciencia al enterarse de los malos manejos de la empresa para ocultar esa información y decide patrocinar a los perjudicados. Como están en juego muchos miles de millones en indemnizaciones, la multinacional opta por eliminar al abogado Edens y a su amigo Clayton que descubre el razonamiento que llevó al primero a comprobar que la trasnacional estaba en falta.

Lo interesante en este thriller es que todo se produce en el campo del “monstruo”, en la vertiente del filme de denuncia del poder fáctico de las grandes empresas (como antaño, en los años setenta, fue el poder político corrompido del gobierno norteamericano). Ver lo que sucede “dentro del poder”. Los entretelones generalmente oscuros que no salen a luz pública. A contrapelo de los thrillers judiciales que más enfocan al abogado defensor y a los perjudicados y el marco escénico es el tribunal; en Michael Clayton todo se desarrolla en las filas de la trasnacional. Las contradicciones entre los distintos personajes es por la deserción de Edens tras el descubrimiento que ha hecho y sus crisis maníaco-depresivas, donde Clayton busca reconciliarse consigo mismo mediante alguna “buena acción”, tendiendo una trampa a los asesinos de su amigo, y produciéndose el consabido “happy end” con el arresto de los “malos”.

Con Michael Clayton, Tony Gilroy inicia con buen pie su labor como realizador. No es una gran película, ni mucho menos, pero cumple y cumple bien, gracias al sólido guión –que se nota no se ha despegado ni un milímetro del mismo- y a la magnífica actuación de George Clooney que sin decirlo en palabras –lo que hacen los verdaderos actores de talento-, refleja ese sentirse mal del personaje, ese andar errante en un mundo del cual está hastiado y de buscar una razón para su vida al llegar a la medianía de edad.
Todavía Gilroy se mueve en el campo de lo convencional (el “final feliz”), aunque con una propuesta interesante. Esperaremos su siguiente trabajo como director para saber como evoluciona.
Eduardo Jiménez J.
lagartocine@yahoo.es

viernes, febrero 15, 2008

NEW YORK NEW YORK


Bella y nostálgica película de la época de las bigs bands

New York New York tiene el encanto de las películas de época, de las bigs bands y de la disipación a través del baile de un pueblo que sale de una larga guerra y quiere olvidar los momentos difíciles y de angustia pasados.

Precisamente comienza en 1945, con la rendición del Japón, abarcando un espacio temporal de doce años aproximadamente, contándonos la historia de Francine y Jimmy, desde que se conocen en la fiesta de celebración del fin de la guerra hasta el irremediable final que le dará un sabor nostálgico, de una época que se fue y no volverá y es mejor guardar en la memoria el recuerdo de lo bueno. Es sintomática la escena final con el fondo nostálgico, triste de la película. En la escena final, Francine, ya estrella consagrada, recibe el tributo de su público de origen: el de la ciudad de New York. JImmy (ya separado hace mucho tiempo de Francine) está entre el público y la invita a salir a cenar. Ella acepta, pero al momento de cruzar la puerta titubea y regresa a su camerino. Jimmy que la espera en la calle, comprende el mensaje y no le queda más que retirarse dignamente. Esa relación, como la época en que se ambienta, no da para más. La lucidez de Francine (la más centrada y madura en la relación) se da cuenta de ello.

Mención especial merece la actuación de Liza Minelli. Está excepcional. Quizás fue la cúspide de una breve carrera cinematográfica (truncada por el alcohol y las drogas) que comenzó su ascenso con Cabaret (1972) y llegó a su cenit con New York New York. Posteriormente haría una comedia romántica, Arturo el millonario seductor (1981), pero no llegó al mismo nivel.

Robert De Niro interpreta a un personaje que ya había perfilado en otros filmes de Socrsese como Calles peligrosas (1973) o Taxi driver (1976): el impulsivo, extremo y emocional hombre que muchas veces busca utopías y solo encuentra fracasos en la vida real. Ese tipo de roles encontraría su cúspide en el excepcional filme de Scorsese, El toro salvaje (1980).

“Todo en la vida tiene un precio” parece decirnos al oído New York New York, o “no hay lonche gratis”. El sueño de convertirse en gran actriz (personaje que interpreta Francine en una larga secuencia donde la acomodadora de un cine sueña en ser una gran estrella) tendrá como precio la ruina del hogar y dicha familiar. Es el costo que debió pagar Francine por su sueño.

Si bien Scorsese dijo que es un "film noir musical", New York New York es más que eso; y, es un placer verlo de nuevo luego de tantos años gracias al dvd. El disco trae la versión original de dos horas cuarenta minutos. Recordemos que la versión original al momento de su estreno fue amputada por los productores reduciéndola a una versión estándar que era más “comercial”. Vista ahora en toda su extensión se aprecia mucho mejor este canto bello y nostálgico de una época que se fue y que como la relación de Francine y Jimmy solo queda en el recuerdo y la nostalgia.

Musical hecho con inteligencia y sensibilidad, el dvd trae también bonus como el trailer (avance) original de la película o los comentarios del propio Scorsese en off. Ahora que se cumplen treinta años de su estreno merece verse. Es todo un placer.
Eduardo Jiménez J.
lagartocine@yahoo.es


NEW YORK NEW YORK
Dir.: Martín Scorsese
c/ Liza Minnelli (Francine Evans), Robert De Niro (Jimmy Doyle)
EEUU/1977/Musical****/Dvd/Películas del ayer

lunes, febrero 11, 2008

AMERICAN GANGSTER


Las películas de gansters son populares porqué describen una zona del mal de la cual nos sentimos atraídos. Ver cómo un hombre común y corriente asciende a la cúspide del éxito (de una organización criminal en este caso) gracias a sus cualidades (habilidad, coraje, riesgo, etc.). Es el lado oscuro y sórdido “del sueño americano”, las oportunidades para todos aquellos que, estando fuera del sistema legal y muchas veces no amparados por este, se valen de sus propios méritos, incluyendo los delictuales para alcanzar el “éxito” entendido como poder, dinero y riquezas, o -como decía don Vito Corleone poéticamente- para ser “respetado”. Por supuesto, dentro de los filmes contemporáneos de gansters, el ejemplo por antonomasia y de aliento a tragedia griega es “El padrino”, más en sus dos primeras partes.

Precisamente el personaje de Frank Lucas tiene algo del Vito Corleone en el culto a ciertos valores tradicionales del modo de vida americano: la familia como eje fundamental de la vida, el ser leal y honrado en los negocios (cumple su palabra con sus proveedores y la droga que vende es de excelente calidad a diferencia de sus competidores), el tratar y pagar bien a sus subordinados, etc. Y también coincide en que el personaje no es un malo odiado pese al negocio a que se dedica (a diferencia del Tony Montana que encarnó Al Pacino en Scarface – Brian de Palma, 1983-). Los “malos” más bien vienen a ser los policías corruptos, vendidos al narcotráfico y partícipes del negocio mismo.

Pero también tiene algo de otra película de los setenta, “Sérpico” (Sidney Lumet, 1973), en el lado del policía honrado que no se ha “contaminado” del negocio de la droga y que deberá delatar a sus colegas corruptos. Añádanle a eso un toque de “Los intocables”, en el sentido que el detective Richie Roberts debe dirigir un grupo de elite policial en paralelo al cuerpo corrupto de donde proceden, que como Eliot Ness debe recopilar pruebas para incriminar a su presa; y, un toque de “Contacto en Francia” (William Friedkin, 1971), en los vericuetos de la droga en el Nueva York de los setenta y esa afiebrada y alocada vida de opulencia que produce entre los “dealers”, millonarios de la noche a la mañana.

Sin embargo, American Gangster no es una mera copia de las películas citadas (y de otras más) sino que cobra independencia gracias a la solvencia narrativa de Ridley Scott. Scott está en su elemento cuando se trata de sacar adelante un thriller de acción (“La caída del halcón negro” es uno de sus mejores trabajos en los últimos años) y elude la grandilocuencia del “gran espectáculo” como le sucedió en “Gladiador”. Como toda historia de gangsters que se precie, debe contar el ascenso y caída del personaje central, así que utilizando una estructura de historias paralelas de perseguidor y perseguido que se tocarán solo en la resolución final, vamos conociendo a ambos personajes: uno se convierte en millonario gracias a la droga, se compra trajes caros –pero no ostentosos como sus colegas-, se casa con miss Puerto Rico, saca a su familia de la pobreza y la muda a una mansión; el otro –sirviendo como contrapunto- apenas la va pasando con su sueldo de policía, es odiado por sus colegas por ser honesto –rechazó un millón de dólares-, pierde a su esposa y a su hijo y solo le queda el consuelo de las relaciones esporádicas. Esa “historia personal” de ambos personajes es lo que hace interesante y estimulante la película y la va “jalando” a la resolución, bastante previsible al tratarse de una “true history”, por lo que más importante es el cómo se cuente que lo contado. (El filme tiene una mecánica o lógica interna que hace predecible lo que vendrá después, donde tenemos hasta un “conflicto de marca” entre las propias organizaciones criminales, cuando la competencia se apropia del nombre “Blue magic” con el cual comercializa la droga Frank Lucas).

Si bien American Gangster no es el mejor trabajo de Scott (sus trabajos de juventud siguen siendo los mejores: Los duelistas, Alien y sobretodo Blade runner), deja satisfecho a quien asista a las más de dos horas y media de proyección, no cansando en absoluto el metraje, gracias a la trama, al ritmo que le impone el realizador, y a las sólidas actuaciones de Russell Crowe y Denzel Washington (el primero convertido en “actor fetiche” de Ridley Scott), compenetrándose ambos en la complejidad de sus papeles (la complejidad de ambos personajes tiene lados esquizofrénicos al dividir su vida laboral y su vida privada en dos mitades distintas: uno es un eficiente y honrado policía, mientras en su vida familiar naufraga; el otro es un frío traficante de drogas y un amoroso hijo y esposo). Por cierto, discrepamos de quienes sostienen que se ha idealizado mucho al personaje de Crowe, lo cierto es que el argumento imponía contrastes absolutos entre ambos, sino se caía en una ambigüedad que no era el caso para un filme de acción.
Eduardo Jiménez J.
lagartocine@yahoo.es
AMERICAN GANGSTER
Dir: Ridley Scott
Guión: Steven Zaillian
c/ Russell Crowe (Richie Roberts), Denzel Washington (Frank Lucas), Chiwetel Ejiofor (Huey Lucas), Cuba Gooding Jr. (Nicky Barnes)
EEUU/2007/Policial***/Estrenos

jueves, febrero 07, 2008

BROKEBACK MOUNTAIN


La sensible balada del amor entre dos vaqueros cantada en un tono lírico y melancólico, y, como los grandes amores, imposible al final. El filme es bueno en si mismo, pero pasará a la historia por tener la participación del desaparecido Heath Ledger en una memorable actuación, encarnando un rol intenso, difícil, donde caracteriza a un vaquero apocado y que arrastra un romance contrariado a lo largo de más de dos décadas, cayendo en la melancolía final como la balada que se escucha en la partitura. La película es tan contenida, sin desbordar los sentimientos en lo cursi, como la propia actuación de Ledger, probablemente la mejor de su corta carrera (todavía no podemos juzgar el Guasón interpretado en Batman: the dark knight). Es momento propicio para revisitar Brokeback mountain.
Eduardo Jiménez J.
lagartocine@yahoo.es
BROKEBACK MOUNTAIN
Dir: Ang Lee
Guión: Larry McMurtry y Diana Ossana; basado en un relato de Annie Proulx
c/ Heath Ledger (Ennis Del Mar), Jake Gyllenhaal (Jack Twist), Anne Hathaway (Lureen Newsome), Michelle Williams (Alma)
EEUU/2005/Drama***/Películas del ayer

lunes, febrero 04, 2008

EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL CÓLERA


Existe un principio en las adaptaciones cinematográficas que casi siempre se cumple: de una buena novela es muy difícil obtener una buena película (más bien la película suele resultar mala); e inversamente proporcional, de una mala novela o de un cuento o relato corto es posible obtener una buena película (a lo que agregamos siempre y cuando se cuente con un buen guionista y un buen director).

Es que las comparaciones entre libro y filme resultan inevitables. Más cuando se tiene conocimiento de la obra literaria. Además, una buena novela es muy difícil llevarla a la pantalla por lo complejo y difícil que resulta resumir más de quinientas páginas, quedando naturalmente distorsionada; aparte que ambos –libro y filme- tienen lenguajes diferentes, por lo que si algo funciona bien en uno, no necesariamente será igual en el otro. Por eso es imposible adaptar magistralmente a la pantalla El Quijote de la Mancha, En busca del tiempo perdido o Conversación en la Catedral. Menos el Ulises o Cien años de soledad.

Hay excepciones a esa regla, como la adaptación de Muerte en Venecia de Luchino Visconti (que es una novela corta de Thomas Mann) donde ambos –libro y filme- son de excelente factura, o El Gatopardo (Visconti de nuevo). Pero son eso, excepciones.

En cambio, un cuento o relato corto puede trasformarse en un buen guión, “creciendo” en magnitud e importancia, así como en complejidad de los personajes, y si a eso se añade una buena dirección de actores, tenemos muchas veces una obra maestra. Igual sucede con las malas novelas, las que pueden ser enriquecidas con una buena adaptación y dándoles un alcance que el texto literario jamás lo tuvo. Un ejemplo claro: El padrino. La novela no es gran cosa, pero en manos de Francis Ford Coppola llegó a niveles de tragedia griega (“es imposible que escapemos a nuestro destino”).

Así que los lamentos de los lectores de “El amor en los tiempos del cólera” salen sobrando por obvios. No solo por tratarse de una superproducción al estilo de Hollywood, donde ha prevalecido lo azucarado de la historia, sino también porqué el director no ayuda mucho a hacer “despegar” una trama que se mantiene a vuelo rasante en las más de dos horas de proyección. Es que Mike Newell (quien cuenta en su haber una entrega de Harry Potter y la insulsa La sonrisa de la Monalisa) no era el apropiado. Pasó lo mismo que al elegir al director de Soy leyenda. Eso ocurre cuando los productores quieren ahorrarse unos “milloncitos” y optan por contratar a un director “más barato” o que no cuente con la independencia necesaria para efectuar los cambios que sean ineludibles (un “yes, sir”), pensando que el reparto, “el ambiente de época”, las canciones de Shakira o la deliciosa fotografía son suficientes.

En lo que si discrepo con cierta crítica es en la culpa que se le quiere achacar también al “cast” internacional. Se ha dicho que es un reparto internacionalizado, globalizado, tenemos actores españoles, italianos, colombianos y otras menudencias que dan como resultado “un arroz con mango”. Claro, los amantes de la novela (entre los que me cuento) hubieran preferido una versión en “castellano caribe” que en un estándar inglés subtitulado. Y tienen razón. Pero, la argumentación de una falta de autenticidad local de los actores no resiste un análisis serio. Sería como alegar que carecerían de autenticidad las actuaciones de Shakespeare y estaba descalificado por ser inglés para interpretar en la época isabelina personajes de la Grecia clásica, de la antigua Roma o de la Italia medieval. El reparto internacional y el uso del inglés en los diálogos no es motivo para descalificar un filme, siguiendo esa misma lógica los chinos sólo podrían interpretar a personajes chinos, los franceses sólo a franceses y así hasta agotar las nacionalidades. El actor profesional puede interpretar distintos papeles, no solo referidos a su lugar de origen o idioma, y el tener un reparto internacional bien llevado hace la obra más interesante.
Los protagónicos cumplen, unos más que otros, pero cumplen y bien. Los defectos del filme van por otro lado (más está relacionado con “ensamblar” todas estas piezas y darle un aliento de conjunto a la historia). Quizás cuando algún día se realice la “versión caribeña” de El amor en los tiempos de cólera, tendremos una con los giros idiomáticos propios (que dicho sea de paso, la novela más se presta a miniserie que a película).

Otro error de apreciación está relacionado con la crítica al tratamiento de la sensibilidad de la época; olvidándose que la historia ocurre entre los siglos XIX e inicios del XX cuando ni remotamente estaba enraizada la revolución sexual en las sociedades occidentales que permitió liberar los tabúes y prejuicios de antaño. Más bien la película acierta en lo que podríamos denominar una “sociología del amor”. El romanticismo como grado excelso del amor de pareja, con el apasionamiento y los sentimientos desbordados como parte de la cultura de una clase media ilustrada, nutrida sobretodo de los autores franceses que influenciaron notablemente a más de una generación, donde la comunicación de los amantes era generalmente por medio epistolar, medio idóneo para cortejar a la amada (el internet y el chat se encontraban en los pre-sueños de la humanidad) y lo más audaz consistía en tocarle la mano a la novia al salir de la misa. Esa atmósfera está muy bien tratada en el filme y no es nada cursi, a pesar de parecerlo a los ojos contemporáneos. Difícilmente podemos juzgar una sensibilidad de épocas pasadas con los parámetros de la nuestra, debido a que se corre el riesgo de cometer un error de perspectiva.

Para terminar, la escena con la cual me quedo: la de Angie Cepeda como la viuda que aprovechando la trifulca de los estruendos de la guerra civil en la calle, aprovecha para acostarse con el meditabundo y triste Florentino Ariza. Es una escena natural, fresca como la Cepeda misma cuando interpretó a La Brasileña en Pantaleón y las visitadoras. Sólo por ella vale quedarse en la butaca por más de dos horas; aunque en mi caso personal, la compañía con quien aprecie el filme fue más grata que la película misma.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es


EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL CÓLERA [Love in the time of cholera]
Dir: Mike Newell
Guión: Ronald Harwood; basado en la novela "El amor en los tiempos del cólera" de Gabriel García Márquez
c/ Javier Bardem (Florentino Ariza), Giovanna Mezzogiorno (Fermina Daza), Benjamin Bratt (Juvenal Urbino), Catalina Sandino Moreno (Hildebranda Sánchez), Hector Elizondo (don Leo), Liev Schreiber (Lotario Thurgot), Fernanda Montenegro (Tránsito Ariza), Laura Harring (Sara Noriega), John Leguizamo (Lorenzo Daza), Unax Ugalde (Florentino Ariza joven)
EEUU/2007/Drama romántico***/Estrenos