lunes, septiembre 24, 2007

UNA SOMBRA AL FRENTE


No es casual, como ha sostenido el realizador, que la ambientación ocurra en 1907, exactamente cien años atrás, cuando, como ahora, se vivía en las ciudades una fiebre de creer que la tecnología y la inversión traerían la prosperidad a toda la nación. Se le llamó “progresismo” y azotó el país a inicios del siglo XX, en plena república aristocrática.

Enrique Aed es un ingeniero que cree fervorosamente en esa idea. Dedicado como su padre a unir el Perú con caminos y puentes por un territorio inhóspito, tendrá una decisiva participación en los acontecimientos de la época hasta llegar a construir la primera torre de telecomunicaciones con el Oriente peruano.

En ese contexto, el personaje vive un drama personal, íntimo, de llevar la carga de la responsabilidad de ser el “cabeza de familia” desde la muerte prematura del progenitor. Deber que lo ha marcado, sacrificando su propia existencia y felicidad personal para vivir la de su padre, “la sombra al frente” que le sirve de guía en su camino (por eso en uno de los pasajes dice a su mejor amigo que le gustaría, de permitirlo la tecnología, conversar con su padre difunto, para saber si está bien o no lo que está haciendo hasta ese momento).

Pero también es el contexto de una época de insatisfacción social, de cambios en el horizonte, con las primeras luchas de los obreros anarquistas y de la inclusión de pequeños burgueses, como el hermano de Enrique, identificados con este otro Perú “no oficial” y sus luchas de cambio. Esta etapa del filme no creo que sea la menos interesante como han sostenido algunos críticos, sino que le faltó un mejor desarrollo de los personajes, escenas y tiempo, lo que hubiese sido, naturalmente, a costa de un mayor metraje, metraje adicional que por cierto se lo merecía el filme.

Precisamente, algunos han criticado que la película mencione muy poco las luchas sociales de la época, confundiendo la ideología del crítico con la intención del autor. Augusto Tamayo ha querido retratar a un personaje característico de la época, que por añadidura fue su abuelo, rindiéndole de cierta forma un tributo. No obstante, al mencionar las luchas sociales “de pasada”, ese malestar del otro Perú que no pertenece a las clases adineradas se manifiesta mucho mejor al insinuarlo en las pocas escenas, que de haberlo hecho machaconamente con un guión “ideologizado”. Como dijo Tamayo en reciente entrevista, ha querido hacer una película personal, sin importar demasiado lo que opinen los críticos del resultado. O como diría Guajaja más popularmente: a mí que chu, lo cual es positivo, ya que uno no escribe o hace una película para gustar a los críticos, a los lectores o a la platea. Uno escribe o hace una película porque le gusta y punto.

Una sombra al frente también es la lucha tenaz contra la áspera geografía de nuestro país, que se somete gracias al ingenio del hombre, la esencia de esta personalísima película, que en su sencillez y tributo familiar es un hermoso homenaje a todos los que hicieron de este país un lugar mejor. Y, también, a no dudarlo, metáfora de la aventura que significa hacer cine en el Perú, donde es un verdadero reto el realizar un largometraje.

Alguien me dijo, hace mucho tiempo, que los muertos pesan. Me lo dijo alguien que también había tenido parientes famosos en el pasado: obispos, intelectuales, latifundistas. Era una ex con pasado aristocrático y familia venida a menos. No la entendí muy bien en ese momento. Yo vengo del pueblo y no tengo antepasados ilustres. Viendo Una sombra al frente me doy cuenta de toda la enorme carga que significa ese pasado para quienes tienen deudas con los familiares ya muertos y que esas deudas deben saldarse tarde o temprano. En ese sentido, creo que Tamayo ya saldó la suya.
Eduardo Jiménez J.
lagartocine@yahoo.es

UNA SOMBRA AL FRENTE
Dir. y guión: Augusto Tamayo
c/ Diego Bertie (Enrique Aed), Vanesa Saba, Paul Vega, Carlos Carlín
Perú/2007/Drama histórico***/Estrenos



viernes, septiembre 21, 2007

PARANOIA


Paranoia (Disturbia en su título original) no es precisamente un “remake” o actualización juvenil de La ventana indiscreta (1954) de Alfred Hichtcock, sino que toma el elemento central del argumento de esta (un hombre incapacitado que espía a su vecino y ve que comete un crimen) a fin de “darle vuelta” e insertarlo en una trama dirigida a un público adolescente, público objetivo de Paranoia. No es casual por ello que los personajes centrales sean jóvenes (“teenagers”), mientras el “malo” sea un hombre ya en base seis. Tampoco es casual que esta cinta dirigida a jóvenes tenga a Dreamworks de Steven Spielberg como la productora.

El resultado es más o menos interesante. No falla el final como algunos críticos han sostenido pensando más en sus gustos que en el público al que está dirigida la película, sino que es un desenlace que guste a los jóvenes con efectos sorpresa y pelea entre el “malo” y el joven héroe salvando a su madre (alguien podría ver un complejo edípico en la lucha), y contra todo pronóstico de fuerza y habilidad a favor del “malo”, gana el muchacho.

No estamos ante una “gran película” evidentemente, pero se deja ver (existen “guiños” a películas como El Resplandor o El proyecto de la bruja de Blair). Está muy bien Shia LaBeouf en el rol del joven conflictivo que carga con la culpa de la muerte del padre. Igual los secundarios, siendo un placer ver de nuevo a Carrie-Anne Moss, la popular Trinity, en el papel de madre a cargo de adolescente con problemas.
Eduardo Jiménez J.
lagartocine@yahoo.es


PARANOIA [Disturbia]
Dir: D.J. Caruso
Guión: Christopher Landon y Carl Ellsworth; basado en un argumento de Christopher Landon
c/ Shia LaBeouf (Kale), David Morse (Sr. Turner), Sarah Roemer (Ashley), Carrie-Anne Moss (Julie), Aaron Yoo (Ronnie)
EEUU/2007/ Thriller***/Estrenos

lunes, septiembre 17, 2007

LOS BORGIA


Realizar una película histórica supone riesgos, generalmente asociados a la solemnidad o verosimilitud de lo narrado, esto último por más que sea una ficción y pueda tomarse ciertas licencias, siempre se le reprochará que se salga de lo “real”. En lo formal, el mayor peligro es evitar el acartonamiento y más bien presentar los hechos de forma “natural”.

En ese sentido, Los Borgia salen más o menos librados. Sin embargo tienen algunos fallos, empezando por ese aire de “El padrino” que trasunta la historia. Pareciera que Vito Corleone y sus hijos han arribado por la máquina del tiempo hasta la Italia del renacimiento. La acción trascurre en la cúpula del poder, esta vez el Vaticano, y las feroces luchas intestinas que se producen entre las familias que detentan el poder. Hasta César Borgia parece Soni Corleone, por lo temperamental y voraz apetito sexual. Sobre Lucrecia, que es el otro personaje controvertido de la familia, la alusión a la pretendida relación incestuosa con su padre y hermano es tan machacona (es parte de la “leyenda negra” de los Borgia), que lo insinuante y por tanto fascinante que pudo ser como agregado de interés en el filme, se convierte en trivial y vano.

Sin embargo, a Los Borgia le faltó más energía narrativa, más “nervio” y contar mejor una historia que de por si es apasionante.
Eduardo Jiménez J.
lagartocine@yahoo.es

jueves, septiembre 06, 2007

ARTHUR Y LOS MINIMOYS


Luc Besson, el realizador de filmes tan interesante como Nikita, El profesional o El quinto elemento, esta vez recoge una historia de niños contada para niños. No tiene la truculencia o el lado oscuro de El laberinto del fauno, para citar un filme estrenado este año; pero tampoco posee vuelo creativo. Se limita a contar una historia y lo hace bien, pero nada más. Eso sí, acorde con los tiempos que vivimos, el factor ambiental es fundamental como parte integrante de la narración, así como que todos, absolutamente todos, somos parte del planeta, por más chiquitos que seamos. Esta es la primera entrega de una trilogía. Besson sale bien librado del reto (por el “detrás de cámara” nos enteramos del arduo trabajo que ha significado realizar el filme), la combinación de artistas de “carne y hueso” con muñequitos digitalizados no se siente forzada, pero extrañamos sus obras más creativas.
Eduardo Jiménez J.
lagartocine@yahoo.es


ARTHUR Y LOS MINIMOYS [Arthur et les minimoys]
Dir: Luc Besson
Guión: Luc Besson y Céline Garcia; basado en el universo creado por Patrice Garcia
Freddie Highmore (Arthur), Mia Farrow (abuela de Arthur), Penny Balfour (madre de Arthur), Ronald Crawford (Archibald), Douglas Rand (padre de Arthur), Adam LeFevre (Davido)
Francia, EEUU/2007/Fantasía, animación digital***/Estrenos

sábado, septiembre 01, 2007

LA VIDA DE LOS OTROS


La película se inscribe en la categoría de ficciones ambientadas en la extinta RDA, como Adios Lenin, película de tono satírico de aquella etapa histórica y estrenada comercialmente en nuestro medio. Esta vez se trata de un drama bien llevado y de cómo evoluciona la conciencia de un agente de la policía secreta bajo el régimen socialista.

La vida…se sitúa en la temible Stasi, policía secreta que se encarga de vigilar a los ciudadanos alemanes y por tanto violar sin pudor alguno la intimidad de todos a fin de averiguar si se dedican a actividades contra el régimen. Dentro de esa fría y eficiente maquinaria tenemos a un funcionario Wiesler (Ulrich Mühe), que cumple eficientemente su labor sin dudas ni murmuraciones hasta que le encomiendan el caso de averiguar si el intelectual Dreyman (Sebastian Koch) realiza actividades consideradas contrarias al estado. La pericia del realizador está en mostrar en paralelo la vida de ambos, vidas que se entrecruzan pero que jamás se llegan a tocar. Uno, intelectual de éxito no solo en la RDA sino en Occidente, tiene como amante a Christa Sieland (Martina Gedeck) actriz muy popular y querida por el público; el otro tiene una vida austera, casi espartana (en una escena entramos a su apartamento) y en solitario (desfoga sus necesidades sexuales con prostitutas), dedicado íntegramente a su trabajo con devoción y convicción hasta que le encargan la misión de investigar al intelectual mimado del régimen totalitario.

El proceso de cambio que sufre este policía es lo más rico en cuanto a registro expresivo. No es necesario que verbalice la insatisfacción que siente y el posible asco que le está dando su trabajo (el seguimiento de Dreyman se debe no a razones políticas sino a que es rival amoroso de un ministro que lo quiere sacar de la vida de su amante), basta los gestos, una mirada o una frase al azar como cuando dice -expresando que no almuerza en el lugar de los funcionarios sino junto a los subalternos- “en algún lugar debe empezar el socialismo”, aludiendo a la idea de igualdad y que el socialismo como sistema igualitario no existe más allá de los discursos y textos oficiales.

Es interesante cómo este policía va tomando conciencia de lo que significa el régimen, que los ideales están muy lejos de materializarse y que todo es una gran mascarada a fin de conservar el poder una burocracia privilegiada que vive gracias a ese poder. Es la conciencia de si y de su entorno lo que hace cambiar a Wiesler; como propugnaba Carlos Marx de tomar conciencia de si mismo el proletario y de su lugar en la maquinaria capitalista, solo que esta vez es en la maquinaria del supuesto paraíso socialista.

Otro aspecto importante es que la Stasi no es tratada como un ente malévolo y despiadado, sino más bien una fría y eficiente maquinaria (el color azul acero ayuda a esta percepción de frialdad) cuyo solo nombre inspira temor. Los métodos y la sistematización que han elaborado son sorprendentes, superando incluso a los nazis en sutileza y en obtener resultados. Basta ver los ojos de miedo de la vecina de Dreyman si revela el espionaje a su vecino para darse cuenta el temor que inspira; o cuando nos enteramos por boca del niño lo que su padre piensa de la policía secreta del régimen, sentir de los ciudadanos anónimos. El realizador no exagera, se limita a registrar las evidencias casi documentalmente.

Sin embargo hay fallos, como el final, demasiado largo y quizás innecesario. Lo que viene después está sobrando: la caída del muro de Berlín, el libro que Dreyman escribe sobre Wiesler y la adquisición de un ejemplar por parte de éste, era preferible obviarlo, se habría ganado en una mayor dimensión dramática de lo que significó para el ciudadano común y corriente vivir en un régimen policial supuestamente en aras de un mundo mejor. Sin embargo, a pesar de esos fallos, “La vida de los otros” merece verse y es uno de los títulos más interesantes del año.
Eduardo Jiménez J.
lagartocine@yahoo.es