sábado, septiembre 01, 2007

LA VIDA DE LOS OTROS


La película se inscribe en la categoría de ficciones ambientadas en la extinta RDA, como Adios Lenin, película de tono satírico de aquella etapa histórica y estrenada comercialmente en nuestro medio. Esta vez se trata de un drama bien llevado y de cómo evoluciona la conciencia de un agente de la policía secreta bajo el régimen socialista.

La vida…se sitúa en la temible Stasi, policía secreta que se encarga de vigilar a los ciudadanos alemanes y por tanto violar sin pudor alguno la intimidad de todos a fin de averiguar si se dedican a actividades contra el régimen. Dentro de esa fría y eficiente maquinaria tenemos a un funcionario Wiesler (Ulrich Mühe), que cumple eficientemente su labor sin dudas ni murmuraciones hasta que le encomiendan el caso de averiguar si el intelectual Dreyman (Sebastian Koch) realiza actividades consideradas contrarias al estado. La pericia del realizador está en mostrar en paralelo la vida de ambos, vidas que se entrecruzan pero que jamás se llegan a tocar. Uno, intelectual de éxito no solo en la RDA sino en Occidente, tiene como amante a Christa Sieland (Martina Gedeck) actriz muy popular y querida por el público; el otro tiene una vida austera, casi espartana (en una escena entramos a su apartamento) y en solitario (desfoga sus necesidades sexuales con prostitutas), dedicado íntegramente a su trabajo con devoción y convicción hasta que le encargan la misión de investigar al intelectual mimado del régimen totalitario.

El proceso de cambio que sufre este policía es lo más rico en cuanto a registro expresivo. No es necesario que verbalice la insatisfacción que siente y el posible asco que le está dando su trabajo (el seguimiento de Dreyman se debe no a razones políticas sino a que es rival amoroso de un ministro que lo quiere sacar de la vida de su amante), basta los gestos, una mirada o una frase al azar como cuando dice -expresando que no almuerza en el lugar de los funcionarios sino junto a los subalternos- “en algún lugar debe empezar el socialismo”, aludiendo a la idea de igualdad y que el socialismo como sistema igualitario no existe más allá de los discursos y textos oficiales.

Es interesante cómo este policía va tomando conciencia de lo que significa el régimen, que los ideales están muy lejos de materializarse y que todo es una gran mascarada a fin de conservar el poder una burocracia privilegiada que vive gracias a ese poder. Es la conciencia de si y de su entorno lo que hace cambiar a Wiesler; como propugnaba Carlos Marx de tomar conciencia de si mismo el proletario y de su lugar en la maquinaria capitalista, solo que esta vez es en la maquinaria del supuesto paraíso socialista.

Otro aspecto importante es que la Stasi no es tratada como un ente malévolo y despiadado, sino más bien una fría y eficiente maquinaria (el color azul acero ayuda a esta percepción de frialdad) cuyo solo nombre inspira temor. Los métodos y la sistematización que han elaborado son sorprendentes, superando incluso a los nazis en sutileza y en obtener resultados. Basta ver los ojos de miedo de la vecina de Dreyman si revela el espionaje a su vecino para darse cuenta el temor que inspira; o cuando nos enteramos por boca del niño lo que su padre piensa de la policía secreta del régimen, sentir de los ciudadanos anónimos. El realizador no exagera, se limita a registrar las evidencias casi documentalmente.

Sin embargo hay fallos, como el final, demasiado largo y quizás innecesario. Lo que viene después está sobrando: la caída del muro de Berlín, el libro que Dreyman escribe sobre Wiesler y la adquisición de un ejemplar por parte de éste, era preferible obviarlo, se habría ganado en una mayor dimensión dramática de lo que significó para el ciudadano común y corriente vivir en un régimen policial supuestamente en aras de un mundo mejor. Sin embargo, a pesar de esos fallos, “La vida de los otros” merece verse y es uno de los títulos más interesantes del año.
Eduardo Jiménez J.
lagartocine@yahoo.es

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