martes, enero 30, 2007


LA CONQUISTA DEL HONOR [Flags of our fathers]
Dir: Clint Eastwood
Guión: William Broyles Jr. y Paul Haggis; basado en el libro de James Bradley y Ron Powers.
USA./2006/Bélico+++
c/ Ryan Phillippe (John 'Doc' Bradley), Jesse Bradford (Rene Gagnon), Adam Beach (Ira Hayes), Melanie Lynskey (Pauline Harnois)

La historia como falsa leyenda

En los últimos años existe un acercamiento crítico de algunos realizadores norteamericanos en torno a la II Guerra Mundial. Dejando de lado el patrioterismo inicial, que servía para levantar la moral de los civiles que se quedaban en casa y de los “muchachos” que iban al frente de guerra, o el estereotipo de buenos y malos de la infinidad de películas ambientadas durante la Segunda Guerra que se filmaron en los veinte años posteriores al término de la conflagración; en estos tiempos, realizadores tan disímiles como Terrence Malick, Steven Spielberg o Clint Eastwood han entrado al tema con una óptica más bien crítica. Así, La delgada línea roja (1998) se encontraba impregnada de una filosofía panteísta que proponía la reconciliación del hombre con la naturaleza ante la destrucción de él mismo, o Rescatando al soldado Ryan (1998) mostraba la guerra en toda su crudeza y horror (excepcionales los primeros veinte minutos del filme, dignos de cualquier antología bélica).
(No cuento a otros filmes bélicos notables como El francotirador -1978-, Apocalipsis ya -1979- o Pelotón -1986-, debido a que pertenecen a décadas pasadas y se encuentran ambientados en la guerra de Vietnam).

La conquista del honor (es un díptico, con una segunda parte que narra los hechos desde el punto de vista japonés) denuncia el discurso oficial del hecho histórico del izamiento de la bandera norteamericana en plena batalla de Iwo Jima (1944) y como es manipulado por el establishment a fin de recaudar fondos para la guerra. Es decir, estamos ante la manipulación de un hecho real por el grupo en el poder para sus propios fines. Lo que no llamaría la atención en cualquier tipo de dictadura, pero sí tratándose de la primera democracia del mundo.

La conquista del honor (Las banderas de nuestros padres en su título original que es bastante preciso de lo que quiere mostrar) primeramente atrae por su estructura circular, envolvente, muy distinta a otras películas de Eastwood, que más bien son lineales. Comienza en un tiempo presente, cuando se acerca a su fin la vida del único sobreviviente de aquellos marines que izaron la bandera norteamericana en Iwo Jima, luego nos trasladamos a un pasado lejano que se sitúa en la misma batalla, en 1944, para pasar después a la suerte de “exhibición en feria” de los sobrevivientes que son presentados como héroes (sin serlo) a lo largo de toda la Unión a fin de vender el gobierno norteamericano los bonos de guerra.

Aplicando esa estructura circular vamos penetrando a modo de espiral en el discurso “oficial” que suplanta a lo realmente sucedido, para servir a sus propios intereses, convirtiendo en héroes a quienes no lo son. La manipulación de la verdad como razón de Estado.
Es así que, a fin de vender los bonos, el gobierno incluso reclutará a quienes no estuvieron en el momento que se produce la histórica foto que da cuenta del izamiento (casi todos habían caído en combate) y que levantará la moral de toda una nación. Para ello, Eastwood se sirve de la alternancia de los tiempos, principalmente entre los hechos acaecidos entre los años 1944 y 1945, en ese contraste entre lo que pasó y lo que se quiere mostrar (la famosa foto, que ha sido reproducida infinidad de veces, da cuenta del izamiento de una bandera de repuesto, muy lejos del campo de batalla y quienes intervinieron en izarla no habían arriesgado su vida ni en un pelo). Jóvenes que en las más de las veces son bastante ingenuos hasta para conocer del amor o del significado de la palabra masturbación, y que fueron usados por el sistema para después desecharlos, cuando ya no fueron necesarios (nos enteramos, en un breve recuento, del dramático final de estos chicos o de la segregación racial contra el único indio que supuestamente estuvo en la foto, quien no se siente bien ni al lado de los blancos ni al lado de los de su propia etnia y que morirá solo y trágicamente). De allí la imagen final que toma a estos muchachos en la playa, disfrutando como niños del mar, ajenos a los intereses que se mueven detrás de la guerra (quizás la explicación final verbalizada de lo ocurrido era innecesaria, bastaba con las imágenes).

Obviamente los políticos no salen bien librados de este filme, vistos como personas vanidosas, egoístas, que ven primero sus propios intereses y por supuesto manipuladores de la verdad. En cambio, los soldados son presentados como personas francas, leales, abnegadas hasta el sacrificio por el servicio a su país. Son los verdaderos héroes.

Bella película bélica, de imágenes cargadas y significativas, que propone una revisión crítica del pasado que mantiene toda su actualidad, justamente ahora que ya se sabe que la actual administración norteamericana de George Bush jr. se enfrascó en una nueva aventura bélica manipulando información que le permitió invadir Iraq. La conquista del honor tiene mucha actualidad en su denuncia de la falsificación de la verdad, en estos tiempos en que la decencia y moral política están por los suelos.
lagartocine@yahoo.es

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