jueves, noviembre 13, 2008

BARRY LYNDON


Stanley Kubrick (1928-1999) fue uno de los pocos realizadores que impuso un sello especial a sus filmes y que navegó, con bastante fluidez, en distintos géneros: la ciencia ficción (“2001”), el erótico-pasional (“Lolita”, “Ojos bien cerrados”), el bélico (“La patrulla infernal”, “Nacido para matar”), el histórico (“Espartaco”), el terror (“El resplandor”), la violencia futurista (“La naranja mecánica”), la parodia bélica (“Dr. Insólito”), o el drama histórico (“Barry Lyndon”). A cada uno le puso ese toque especial que tenía: distanciamiento con lo que narra, antihéroes que no llegan a alcanzar lo que tanto anhelan, encontrando la muerte o la destrucción personal al querer alcanzar sus deseos, y, como buen ajedrecista, la disposición “geométrica” de los cuadros escénicos, haciendo también uso bastante frecuente con la cámara de “travellings” (fue uno de los pioneros con la “steadycam”); así como un cada vez más cuidadoso diseño de la producción (él mismo era el productor de sus filmes) que lo llevaba a demorar en sus últimos proyectos años antes de plasmarse en la pantalla; prácticamente era el “hombre orquesta” detrás de la cámara. Era muy minucioso, muy cuidadoso en sus filmes, repetía la toma de una escena decenas de veces, nunca quedaba satisfecho con el trabajo final y sus rodajes duraban muchos meses (“Barry Lyndon” duró, sólo el rodaje, nueve meses). Tampoco era un tipo al cual le gustase la publicidad, de allí que no era mucho de declarar ante los periodistas, como hacen otros directores, y vivía apartado en su mansión de Inglaterra, donde radicó desde los años 60 (Estados Unidos, su país de origen, no le gustaba mucho). Murió en pleno proceso de edición de su obra póstuma “Ojos bien cerrados” cuando no había llegado todavía a los 72 años.

“Barry Lyndon” (1975), es una obra hermosa, quizás la que tenga la más acabada fotografía de sus filmes (Stanley Kubrick venía del mundo de la fotografía, de allí que cuidase mucho ese aspecto), basada en la novela homónima de William Makepeace Thackeray (autor poco conocido en la actualidad, pero que –me parece- es mejor que Dickens, de quien fue coetáneo), narra el ascenso y caída de un oportunista en la Europa del siglo XVIII. Narrada a modo de la novela picaresca, vemos al personaje recorrer distintos escenarios, países, conocer diversidad de gentes de todos los estratos sociales, viendo a través de los ojos de Redmond Barry su irresistible ascenso, conforme le van sucediendo las aventuras. Veremos en esa Europa donde era un desafío el ascenso a otra clase social (la movilidad social prácticamente no existía) como éste individuo osado y con un olfato para coger “al vuelo” las oportunidades que la vida le presenta ascender hasta la nobleza británica y posteriormente caer en la desgracia, víctima de su ambición.
Es cierto que vista treinta años después, a “Barry Lyndon” se le nota un academicismo (de allí que haya sido la única película de Kubrick que la Academia de Hollywood premió generosamente, aunque nunca sin conseguir el Oscar a la mejor película o el mejor director) y un acartonamiento relativo en su escenificación, con un manierismo fotográfico excesivo que resiente el conjunto de la obra; pero no se puede negar que sigue maravillando esa hermosa fotografía que fue la delicia en su época (Kubrick quiso utilizar sólo luz de velas para las escenas de interiores, pero era imposible desde el punto de vista técnico, así que se le tuvo que agregar bujías a las velas a fin de conseguir esa iluminación cálida) y una reflexión filosófica subyacente, que se torna evidente en el cartel del epílogo: al final la muerte es la gran niveladora de las personas, ricos o pobres, feos o bonitos, mujeres u hombres, a todos nos iguala y lo que hagamos o dejemos de hacer (y lo que acumulemos en éste mundo) al final queda acá, nada nos llevamos. Ese escepticismo del realizador –que se puede apreciar en otras de sus películas- es más evidente en “Barry Lyndon”: al final nos afanamos por conseguir dinero, fama, fortuna o poder y la muerte nos lo arrebata de un zarpazo.
“Barry Lyndon” merece verse y rendirle ese tributo a un cineasta que fue un gran profesional en su oficio y que comprendió y supo usar como pocos ese lenguaje totalmente distinto al escrito como es el lenguaje cinematográfico.
Eduardo Jiménez J.
lagartocine@yahoo.es


BARRY LYNDON
Adaptada para el cine y dirigida: Stanley Kubrick
c/ Ryan O’Neal (Barry Lyndon), Marisa Berenson (Lady Lyndon)
UK/1975/Drama histórico***/Dvd/Películas del ayer

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