viernes, septiembre 06, 2019

TAKING WOODSTOCK


Por: Eduardo Jiménez J.
ejimenez2107@gmail.com
@ejjj2107



En el 2009, por los 40 años del concierto de Woodstock, Ang Lee (Cabalgata con el diablo, El tigre y el dragón, Secreto en la montaña, etc.), uno de los principales realizadores contemporáneos, quiso rendirle un homenaje al concierto que marcó una etapa en la historia de Occidente.

No buscó reproducir el concierto en si (no vamos a apreciar ninguno de los temas ni cantantes y grupos que se presentaron), sino reflejar la cultura de aquella época a través de personajes que estuvieron en un segundo plano.

Comenzando con Elliot Tiber (Elliot Teichberg en la película) dirigente de la Cámara de Comercio de Bethel que autoriza el festival en el condado, cuando fue rechazado por la comunidad del condado vecino de Woodstock. Podemos decir que Elliot salvó el festival, dado que ya se habían vendido entradas y el fracaso iba a ser inminente de no encontrar un lugar apropiado. Realmente se la jugó contra viento y marea para que el condado aloje a los melenudos y desarrapados hippies. Si bien en el filme solo se insinúa, lo cierto es que Tiber ya era un activista de los derechos gay desde esa época, con una vida secreta en la ciudad de Nueva York y un conservador administrador del motel de sus tíos y dirigente de la comunidad en el condado agrícola de Bethel.

Otro personaje que aparece fue Max Yasgur. Próspero empresario agrícola que con fino olfato comercial ofreció en alquiler sus campos para el concierto. Claro, fueron 75,000 dólares los que lo convencieron para alquilar su granja, una pequeña fortuna en la época.

Y, no podía faltar Michael Lang, la cabeza del conjunto de organizadores del festival. Como declaró posteriormente, no sabía que estaban haciendo historia. La forma relajada de Lang de enfrentar los problemas y el carisma personal que tiene, como se aprecia en la película, es bastante cierto. Hasta en los momentos más difíciles era un hombre que no perdía la calma y mostraba una simpatía difícil en momentos críticos. Sin Lang quizás el festival hubiese naufragado.

Taking Woodstock narra todos esos pequeños detalles que no vemos en el célebre documental de 1969. Tiene solo algunos puntos de contacto como referencias que nos van a retrotraer hacia aquellos años. Ang Lee fue bastante cuidadoso en la recreación de la época y sobretodo en el ambiente que se respiraba, donde tres días fueron únicamente de paz y música. Ahora que se cumplen los 50 años del festival merece revisarse de nuevo Taking Woodstock.

sábado, julio 20, 2019

APOCALIPSIS NOW

 
Por: Eduardo Jiménez J.
        ejimenez2107@gmail.com
       @ejj2107
 

Todos conocemos la azarosa historia del rodaje de Apocalipsis now: un fuerte tifón suspendió el rodaje por varias semanas en Filipinas; al actor principal, Martin Sheen, le dio un ataque al corazón y casi no quiso regresar a seguir filmando; Marlon Brando llegó al rodaje subido de peso, ebrio constantemente y sin leer una sola línea del guion; mientras el resto del equipo –actores y personal técnico- mataban el tiempo con alcohol, sexo, música y drogas (no necesariamente en ese orden), muy en el ambiente de los años 70.

Francis Ford Coppola, el director y productor, estaba al borde de la locura y la bancarrota, había hipotecado incluso su casa para cubrir los gastos que día a día iban subiendo.  Al final del rodaje tenía kilómetros de kilómetros de película, sin saber muy bien cómo ordenarlo, teniendo que trabajar con cuatro editores a la vez para tener a tiempo el filme para el Festival de Cannes.

Cuenta John Miliuis, el guionista, que la adaptación al cine obedeció a un reto que un profesor en la Universidad les lanzó de adaptar la novela de Joseph Conrad (El corazón de las tinieblas). Inicialmente iba a tener un toque irónico, pero al reelaborar el guion Coppola le dio ese aliento trágico y de horror que es la guerra.

No es una película de protesta contra la guerra de Vietnam como otras que se hicieron en aquellos años, lo que se propuso Coppola fue más una película de horror metafísico, teniendo como pretexto la guerra de Vietnam, de reciente data en ese entonces. De allí que las escenas parecen más de pesadilla que de un seco naturalismo. El viaje del capitán Willard, el personaje principal, a través del río es un viaje hacia el fin de la noche, hacia el infierno, hasta que llega a la catarsis en el sacrificio del coronel Kurtz, un archipremiado militar, destinado a las mejores plazas en el establishment norteamericano.

El viaje de Willard es de iniciación, de dejar atrás el pasado que arrastra y convertirse en un hombre diferente. Mejor o peor no lo sabemos, pero sí diferente. Algunos críticos han visto su viaje como un recorrido a los círculos del infierno de Dante, hasta llegar a lo más hondo y de allí emerger. Otros también ven una inspiración en La odisea. Willard es una suerte de nuevo Ulises. Algunos relacionan el encuentro con Roxanne –en la versión redux- como un encuentro con la ninfa Calipso, aquella que con sus placeres quería retener a Ulises. Razón no les falta.

La muerte de Kurtz, es la del sacrificio o inmolación por los otros, graficado en el montaje en paralelo del sacrificio del buey que es también tasajeado como Kurtz. Es el horror llevado a su expresión hiperrealista y por tanto con connotaciones filosóficas y metafísicas. Su muerte es un volver a nacer, la resurrección “encarnado” en el capitán Willard que regresa totalmente cambiado y más cerca del pensamiento de Kurtz que del alto mando militar que le encomendó la misión de eliminarlo. La inmolación de  Kurtz es una suerte de entrega crística para la redención de sus semejantes. (La lluvia que cae sobre los personajes puede interpretarse como una “limpieza” luego de muerto el redentor por nuestros pecados).

Dicho sea, la actuación de Brando fue magistral. Encarnó en la justa medida al personaje y si bien aparece por breves minutos, se “roba la película” sin decir mucho. Es una de sus mejores actuaciones –hacía pocos años había rechazado el Oscar por su actuación en El padrino-, pone con Apocalipsis el punto final a una carrera conflictiva y magistral en la industria del cine norteamericano, antes de entrar al declive que significó para él los años 80.  

Otro personaje inolvidable es el estrafalario Teniente Coronel William "Bill" Kilgore, encarnado por Robert Duvall. El ataque de su división de Caballería Aerotransportada al ritmo de la Cabalgata de las Valquirias de Richard Wagner es sencillamente memorable y ha sido repetido innumerables veces en el cine y la televisión.

Francis Ford Coppola seguiría produciendo y dirigiendo algunas películas más, llegaría a la temida bancarrota en la producción de un filme posterior (One from the Heart), para luego reponerse y buscar en las inversiones hoteleras de turismo y sus viñedos en California el alivio financiero que no encontró en el cine.

En el 2001 presentó una nueva versión de Apocalipsis bajo el nombre de Apocalipsis now redux. Con casi cuatrocientos kilómetros de película rodada, un tanto por cuestiones económicas y otro por que sentía que no se había dicho todo en la versión de 1979, se animó a presentar una versión extendida, con una hora adicional.

El esfuerzo no fue en vano, dado que la nueva versión parece una nueva película. No se siente forzado los agregados y da pie a la relación de Willard con los franceses, en especial con Roxanne, el reposo del guerrero en el largo viaje interior.

El final del sacrificio de Kurtz también se decidió sobre la marcha. Se habían propuesto varios finales, ninguno gustaba a Coppola, hasta que se optó por el que vemos: Willard mata a Kurtz, los nativos le permiten el tránsito hasta la lancha, lleva de la mano al soldado Lance, el único sobreviviente de su pequeño pelotón, y hay un fundido en negro con las palabras “el horror”, sin créditos finales.

El resto es historia conocida. La película ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes de 1979 –junto a El tambor de hojalata-, consigue aceptación de público y crítica en Estados Unidos y se considera Apocalipsis now como una de las mejores películas de todos los tiempos. Considerada la obra maestra de Francis Ford Coppola, quien antes de los 40 años había filmado sus mejores películas, tanto Apocalipsis como las dos primeras partes de El Padrino y la menos conocida La conversación.