lunes, agosto 01, 2016

LA POLÍTICA COMO COMEDIA: EL CANDIDATO

Por: Eduardo Jiménez J.
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       @ejj2107

Dir y guión.: Álvaro Velarde
c/ Guillermo Rossini, Hernan Vidaurre, Manolo Rojas, Giovanna Castro, César Ritter, Mónica Sánchez, Saskia Bernaola, Bernie Paz, Alberick Garcia Cerna
Perú/2016/Comedia**/Cine/Estrenos

Se tenía conocimiento que hace buen tiempo Los chistosos, los imitadores de políticos que todas las tardes por las ondas de RPP le dan un toque jocoso al quehacer político local, querían incursionar en el cine. Por otra parte, Álvaro Velarde, el director, es el único cineasta peruano que se ha dedicado en serio a la comedia, en especial a la de tintes farsescos, como lo demostró con su ópera prima El destino no tiene favoritos (2003), por lo que encajaba bien en el proyecto de llevar a la pantalla grande las ocurrencias del trío vespertino (que ahora son cuarteto); y, de paso, era su oportunidad de llegar a un amplio público, lo que hasta la fecha le había sido esquivo (su segundo largo Como quien no quiere la cosa -2013- pasó medio desapercibido).

La labor de Velarde en El candidato ha consistido en darle forma a un conjunto de sketchs radiales, cuya ironía o sarcasmo acaba al minuto, en una obra de más largo aliento, con caracterizaciones ya preestablecidas, reconocibles para el público nativo (Toledo, Alan, Humala, sus respectivas y ambiciosas consortes, y hasta una aparente Verónika Mendoza), apenas retocados con un ligero barniz.

No queda duda que a veces lo logra y a veces no, dado que en más de una ocasión la comicidad se acaba en el momento, como en los sketchs radiales; pero Velarde se las ingenia para, dentro de esas limitaciones, sacar provecho de las caricaturizaciones farsescas de los políticos conocidos, dándoles hasta un toque mágico, muy en caja, que resuelve la trama (el brebaje para decir la verdad, algo nefasto para un político).

Si en El destino no tiene favoritos era parodiar el melodrama, en El candidato lo ha intentado con el mundo de la política, enfatizando mucho más el elemento farsesco, lindante con la caricatura. Basta revisar los nombres de los personajes: Ego, Napoleón, Amaru, o los padres de Amaru, totalmente caricaturescos hasta lo chabacano; acentuando y desconfigurándolo totalmente el discurso mesiánico nacionalista del patriarca de la familia Humala. (Aunque tenía más elementos para burlarse que los desaprovechó, no solo la supuesta extensión geográfica del imperio incaico, sino también la raza cobriza como regeneradora del hombre peruano, a la que aludía constantemente el patriarca en los años de febril nacionalismo).

Reiteramos, no siempre lo logra, dado que, por la estructura de la puesta en escena, se queda en la risa fácil y superficial del momento. Quizás requería de mayor libertad y limitar esos grandes temperamentos de la comedia peruana como son Los chistosos, que en el mundo radial son como pez en el agua, pero requerían someterse a las reglas de la comedia satírica de largo aliento, y no únicamente repetir sus papeles.

El resultado final no es del todo satisfactorio. En un trabajo por encargo, con personajes y elementos bastante limitados y preestablecidos –incluyendo presupuesto, se nota la austeridad-, hacer un largo de 90 minutos a punta de sketchs es bastante difícil y complicado. Esperemos que su siguiente largo sea más prometedor.


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