Por: Eduardo
Jiménez J.
ejimenez2107@gmail.com
ejj39@hotmail.com
@ejj2107
Saúl
es un prisionero judío que colabora a la fuerza en Auschwitz. Estamos casi en
los finales de la II Guerra Mundial. Su tarea es conducir a los prisioneros
judíos a las cámaras de gas, separar las pertenencias, arrojar las cenizas de
los cuerpos al lago más cercano.
Su
“paga” es vivir un poco más que sus paisanos. Hasta que se entera que su hijo
ha muerto y desesperadamente busca un rabino dentro del campo que realice el
ritual para trasportarlo al otro mundo, sin importar poner en riesgo su propia
vida. De allí que la cámara lo sigue constantemente y refleja su desazón,
angustia e impotencia de no poder conseguir enterrarlo conforme a los ritos de
su pueblo, mientras en “off” presenciamos la desolación, muerte e impiedad con
los prisioneros. De allí que el terror más se siente que se ve, hasta el conato
de fuga, liberación del alma pero no del cuerpo.
El
hijo de Saúl es una de esas joyas curiosas que a veces aparecen y que son
amplificadas con las premiaciones del Oscar, merecida por cierto en esta ocasión.
Y, de paso, coloca en primer plano un hecho poco conocido: la colaboración de
autoridades y ciudadanos húngaros con los nazis, hecho que se encuentra en “la
zona gris” de la historia de la II Guerra Mundial.
EL HIJO DE SAÚL [Saul
fia]
Dir:
László Nemes
Guión:
László Nemes, Clara Royer
c/Géza Röhrig (Saul Ausländer), Levente Molnár
(Abraham Warszawski), Urs Rechn(OberkapoBiederman)
Hungría/2015/Drama****/Estrenos
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