Por: Eduardo Jiménez J.
@ejj2107
El australiano George Miller (1945) se hizo
conocido en los años ochenta por una trilogía sobre un héroe solitario que,
habiendo perdido a su familia, lucha a su manera contra aquellos que quieren
imponer su dominio despótico en un mundo donde apenas quedan retazos de
civilización luego de la catástrofe nuclear, mundo donde se vuelven bienes
preciosos el agua, la comida, la gasolina y las armas.
Mezcla de road
movie, con cine de acción y género distópico (aquel que cuenta historias de
una humanidad azolada en el futuro por catástrofes naturales o creadas por el
hombre), la sobrevivencia se vuelve el nervio de la acción de los personajes.
Un elemento central son los vehículos, viejos, sucios, pero útilles para
perseguir o fugarse, y que usualmente terminan en choques o explosiones
estrepitosas.
A diferencia de otras secuelas que, en cuanto
a originalidad e interés, van de más a menos, conforme “la veta” de la
franquicia se va agotando; la de Mad Max ha ido en sentido contrario, así como
ganando en complejidad (y en presupuesto): cada nueva entrega es superior a la
anterior, lo que evidencia una exigencia y rigurosidad autoral, más allá de
tratarse de un cine de género, usualmente
ninguneado.
Precisamente, Miller se volcó desde sus
orígenes a la explotación del llamado cine
de género o cine comercial (primero el cine apocalíptico y luego, en EEUU,
el cine infantil), sin descuidar la habilidad de contar bien una historia; y
así la trilogía del héroe de la carretera se convirtió en filmes de culto, visto tanto por generaciones actuales gracias al
dvd y blue ray, como por aquellos que la disfrutaron el día de su estreno.
Incluso ha inspirado a muchos realizadores jóvenes, que encontraron un camino
para sus películas.
La saga de Mad Max le permitió el ingreso a
la industria de Hollywood, como sucedió con muchos de sus connacionales que
pertenecieron a “la nueva ola” del cine australiano de aquellos años. De igual
manera, significó el ingreso a la industria de un joven Mel Gibson, que haría
carrera propia años después.
No obstante, como también les sucedió a
muchos de sus connacionales, el ingresar a Hollywood no significó una autonomía
autoral, sino trabajar en proyectos dependientes, más de encargo que
personales. Quizás Miller fue el que mejor sobrellevó los encargos del cine norteamericano,
sin descuidar –como ya señalamos- la calidad del producto, siendo el más
notorio de ellos Happy Feet (2006),
que incluso le valió un Óscar.
A inicios del presente siglo decide retomar
la saga que le valió fama y fortuna treinta años atrás; aunque el proyecto
demoró en cuajar debido a la preparación del guión (con varios borradores
iniciales) y al financiamiento, que esta vez fue mucho más generoso que el de
la trilogía anterior (150 millones de dólares, cifra muy superior a las tres
primeras entregas), permitiéndole mayores efectos, filmar en distintas
locaciones y mayor cantidad de vehículos estrellados. (Aunque, por
declaraciones del propio director, ha tratado de minimizar los efectos por
computadora).
La estructura de las tres cintas anteriores
se emparenta con la actual: El ex policía Max Rockatansky decide ayudar a un
grupo de personas que quieren cruzar el desierto cargado de peligros y de
vándalos, a fin de llegar a un lugar más vivible.
En el medio, lo mejor son las batallas entre carros, correrías y explosiones
por doquier, en un estilo bastante bizarro que, curiosamente, por la atmósfera
surreal de ese mundo post apocalíptico, no desentona. (Magistral la guitarra
que escupe fuego).
Con la que guarda más semejanza quizás sea
con la segunda entrega (1981), en la idea de llegar a una suerte de paraíso,
cruzando el desierto y sus peligros; aunque esta vez las personas socorridas
son mujeres, que pertenecen al harén del inmortal
Joe, quien destina las hijas para placer propio y los varones para la
guerra, volviendo al incesto primario de los clanes familiares.
Otra diferencia se encuentra en que ahora
tenemos una suerte de Max femenino, la emperadora
Furiosa, interpretada por Charlize Theron y que comandará la fuga de las
esposas de Joe.
Es
cierto que tenemos un lado femenino en el asunto (más femenino que
feminista), un tanto por los tiempos que corren. No solamente por la
contraparte de Max (el personaje de Charlize Theron se encuentra al mismo nivel del protagónico), sino por este
renacer de la esperanza en la humanidad puesta en las mujeres (mientras la
destrucción es obra de los hombres). Una vuelta al matriarcado, reflejado muy
bien cuando una de las chicas toma las semillas de la anciana que muere, como
indicando que continúa con el legado de crear vida. (La idea de un futuro
gobernado por mujeres también se encontraba en la tercera entrega de la saga
–1985-, con una Tina Turner que imponía la ley y el orden en una ciudadela donde
se respetaba más la propiedad que la vida, al más puro estilo del capitalismo salvaje).
Por el éxito de crítica y público recibido
(Cannes lo aplaudió), se ha confirmado una quinta entrega de Mad Max. Le va a
ser difícil a Miller superar la cuarta entrega; de todas maneras estaremos a la
expectativa.
MAD MAX: FURIA EN LA
CARRETERA [Mad Max: Fury Road]
Dir: George Miller
Guión: George Miller, Brendan McCarthy, Nick Lathouris
c/ Tom Hardy (Max Rockatansky), Charlize
Theron (Imperator Furiosa), Nicholas Hoult
(Nux), Hugh Keays-Byrne (Immortan Joe)
Australia,EEUU/2015/Acción, CF****/Estrenos