lunes, enero 26, 2015

EXODUS: DIOSES Y REYES

Por: Eduardo Jiménez J.
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Muchas veces nuestra imagen de un personaje o hecho histórico se encuentra relacionada con la que proporciona la ficción, especialmente el cine y la literatura.

Es lo que sucede con la figura de Moisés, muy relacionada con la que plasmó Charlton Heston en Los diez mandamientos (1956): un Moisés iluminado, profético, un “santo varón” que “habla con Dios”, muy al ambiente de los todavía puritanos años 50.

El Moisés de Ridley Scott más bien es un tipo escéptico, guerrero a la usanza de su formación como príncipe de Egipto (como todo príncipe debió ser adiestrado en las llamadas “artes de la guerra”), pero justo; que descubre circunstancialmente su origen y la “palabra revelada”; y que a pesar de ello, sigue manteniendo sus dudas y preocupaciones existenciales. (Es un hombre que va a dudar hasta cuando se abre el Mar Rojo). Un hombre que se encuentra desgarrado entre dos culturas y dos afectos: la de su origen y la adoptada. En otras palabras es un Moisés que refleja más al hombre contemporáneo que al personaje bíblico de granito exhibido en la recordada película de Cecil B de Mille.

Sucede lo mismo que con el Noé de Darren Aronofsky, más con look de guardián ecológico que de profeta bíblico (curiosamente Aronofsky había pensado también en Christian Bale para el protagónico, quizás por esa ambigüedad que siempre refleja ante cámaras)

A ello se suma que el Moisés interpretado por Christian Bale no aporta demasiado registro de los cambios que sufre el personaje. No se ve una carga dramática que apele a un “antes” y un “después” del encuentro con el Creador, como los numerosos seguidores de la historia bíblica deseaban apreciar (Charlton Heston hasta “brillaba” una vez que Dios se le reveló).

Igual sucede con el antagónico, el faraón Ramses, mostrado pusilánime, rencoroso, bastante limitado en sus cualidades, pero que no aporta más para llevar al clímax la trama. (Muy distinto al que interpretó Yul Brynner que hasta superaba en calidad interpretativa a Heston, más “actor de pose” que de registro actoral). Y, algunos, incluso extrañaron la lucha fratricida entre ambos –marcadamente visible en la obra de De Mille- que hasta se permitía, osadía de la época, la licencia de la rivalidad por el amor nada menos que de la reina de Egipto, recurso melodramático sumamente efectivo que el legendario De Mille manejaba con extraordinaria habilidad. (En Scott solo se aprecia una envidia de uno hacia el otro, pero no explota ese lado folletinesco).

Un acierto es el uso de un niño como “mensajero de Dios” (o Dios mismo, si se quiere), al que solo “ve” Moisés. Es un recurso dramático más adecuado que la voz grandilocuente que hablaba (o mejor dicho ordenaba) en Los diez mandamientos. Asimismo, ese Dios vengativo, furioso por el sometimiento a esclavitud de su “pueblo elegido”, se condice más con el Yavé del Antiguo Testamento, que con el Dios de amor descrito en los Evangelios, en el cual se inspiró la obra milleniana. (Revisen el Antiguo Testamento, es un Dios que ordena “pasar a cuchillo” a quienes no creen en él).

Para colmo de los detractores, la escena central de la trasmisión divina de los diez mandamientos es apenas marginal en Éxodo. Vemos un Moisés que los va cincelando en las tablas con la benevolencia del Creador, pero sin que implique trasmisión literal de las leyes. Más es un Moisés creador de leyes para su pueblo –digamos un Moisés legislador- que un intérprete de la voluntad divina. (Pero hay que tener en cuenta que la película se titula Éxodo, por lo que se centra más en la gesta de la huída del pueblo judío fuera de Egipto que en la dación de los mandamientos).

Marx dijo que en el capitalismo sería imposible escribir La Iliada. Tenía razón. Aludía a que cada época desarrolla el arte conforme a los insumos que esta le proporciona. Incluso de esa regla no se escapan los personajes históricos. Se les insufla características que más dicen del momento presente que de lo sucedido en el pasado, o de la ideología o política imperante en la actualidad. Y, así como sería imposible hoy hacer un filme similar a Los diez mandamientos (parecería ingenuo y hasta ridículo), el Moisés de ahora refleja las dudas y angustias del hombre occidental que ha perdido la fe en lo sobrenatural, pero que se sigue haciendo las mismas preguntas que se formuló desde que comenzó a pensar. De dónde vengo, adónde voy, cuál es mi papel en este mundo. De repente al final no hay nada, pero las eternas preguntas siguen moviendo al ser humano.


Si bien Éxodo no se encuentra entre las mejores películas de Ridley Scott (gusta mucho de las ambientaciones históricas y de las obras futuristas), no por ello la podemos minusvalorar. Dentro de sus limitaciones, tiene sus méritos.

EXODUS: DIOSES Y REYES [Exodus: Gods and Kings]  
Di: Ridley Scott         
Guión: Adam Cooper, Bill Collage y otros
c/  Christian Bale (Moses), Joel Edgerton (Ramses), John Turturro (Seti), Aaron Paul (Joshua), Ben Mendelsohn (Viceroy Hegep), María Valverde (Zipporah), Sigourney Weaver (Tuya), Ben Kingsley (Nun), Andrew Tarbet            (Aaron)
EEUU,UK/2014/Épica***/Estrenos


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