John Turturro es más conocido como
actor que como director. Con un puñado de películas en su haber, se ha
consolidado como un realizador “indie” (independiente) en los predios del cine
norteamericano.
Esta vez nos trae una comedia
acompañado del gran Woody Allen, fungiendo solo de actor en un papel a su
medida (el de judío neurótico y parlanchín).
Fioravante (Turturro) y Murray (Allen)
son dos grandes amigos y socios en una librería de incunables que debe cerrar
por falta de clientes: el internet, los libros electrónicos y el poco interés
actual en libros antiguos y raros han traído la bancarrota a estos dos amigos.
A Murray se le ocurre un negocio para
agenciarse de fondos: prestar su amigo, con bastante atractivo y magnetismo con
las mujeres, los servicios de gigoló, consiguiéndole los contactos necesarios a
cambio de una comisión.
No tan convencido Fioravante, accede
por necesidad, iniciándose en el negocio más antiguo del mundo. Sus clientas,
de los sectores sociales altos, dan una buena retribución por los servicios
prestados más una sustanciosa propina, comenzando con la médica que encarna la
legendaria Sharon Stone.
Todo va bien hasta que se cruza con
Avigal, una viuda que pertenece a los sectores más tradicionales del judaísmo y
que no puede todavía superar la muerte de su esposo, un rabino respetado en su
comunidad. El interés recíproco con Fioravante hará que despierte los celos de
Dovi, un judío que encarna al policía de la comunidad y, por tanto, resguardo
de “los valores” de esta.
Estamos ante una comedia de enredos,
con toques de romanticismo, en la cual los protagonistas se van descubriendo
cómo son: Fioravante un tanto taciturno pero efectivo en los placeres
sensoriales gracias a la empatía que siente con sus clientas, Murray como “buen
negociante” y con familia mixta (su mujer, Othella, es negra), Avigal con el
lastre de su dolor marital, y las insatisfechas y bi-sexuales Parker y Selima.
La comedia nos abre al mundo judío,
para tomarles el pelo a esos judíos ortodoxos que, al pie de la letra, siguen
las antiguas enseñanzas (la escena del “juicio” a Murray por parte de los
rabinos es bastante elocuente). Como apuntamos Woody Allen se encuentra “en
caja” en el rol, mientras Turturro representa al latin lover hollywoodense. Y si bien el final no es el típico
“happy end”, donde el chico se queda con la chica, es más un final abierto,
como la vida que, pese a todo, continuará para estos dos amigos.
Pequeña joya y que brilla justamente
por ser sui generis, distinta a las usuales comedias románticas.
Eduardo Jiménez J.
ejj39@hotmail.com