jueves, marzo 29, 2012

LOS JUEGOS DEL HAMBRE


El reality show llevado a sus límites más brutales

Ambientada en una Norteamérica que como civilización ha involucionado, políticamente se encuentra dividida en distritos (suerte de provincias), con un capitolio que funge de sede del poder. A modo de “tributo” por una rebelión ocurrida en el pasado en los distritos, estos deben entregar todos los años dos jóvenes (mujer y hombre) a fin que luchen a muerte contra los contrincantes de los otros distritos. Solo habrá un ganador, acreedor de fama y fortuna.

Hasta allí parece que estamos ante una réplica futurista de las luchas de los gladiadores en el Coliseo romano; pero son los detalles de la parafernalia de los juegos del hambre (el título alude a las carencias materiales, rayanas con las necesidades más extremas, de los concursantes, satisfechas por quien resulte ganador) lo más interesante de la cinta.

Diseñado el torneo a modo de un reality show, vemos primero desfilar a los “concursantes” ante el presentador, bien acicalados y con una imagen “vendible” para los anunciantes. Habrá preferencias del público por uno u otro y auspiciadores de tal o cual. Los juegos no son solo una forma de dominación de la elite dominante, sino un gran negocio, haciendo del sufrimiento ajeno un divertimento, en vista que son trasmitidos por televisión de costa a costa.

Incluso pareciera que existe una crítica hacia la televisión como vehículo de alienación de las masas, sometiéndolas para que no se rebelen, manteniéndolas adormecidas (emparentándola con una gran película como El Truman show), pero toda crítica queda en un nivel epidérmico. La cinta gira hacia los intentos de sobrevivivencia de Katniss y su eterno enamorado Peeta, hasta el final. Si no fuese por la buena actuación de Jennifer Lawrence (a quien vimos en Lazos de sangre el año pasado) el filme se desplomaría. Su partner no ayuda mucho en intensidad dramática. Dirigida a un público marcadamente juvenil, la cinta abandona “el mensaje crítico”, centrándose en el romance entre ambos (por cierto, bastante casto y conservador) y un final aparentemente feliz (existe una continuación).

Los juegos del hambre se quedó en buen intento. Lástima.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es


LOS JUEGOS DEL HAMBRE [The Hunger Games]
Dir.: Gary Ross
Guión: Gary Ross, Suzanne Collins, Billy Ray, basado en la novela de Suzanne Collins
c/ Jennifer Lawrence (Katniss Everdeen), Josh Hutcherson (Peeta Mellark), Donald Sutherland (President Snow)
EEUU/2012/Thriller futurista***/Estreno

viernes, marzo 23, 2012

CABALLO DE GUERRA



Un canto de amistad entre un hombre y su caballo

Se ha criticado que la película es muy “edulcorada”, para “ver en familia” (bueno, como que se estrenó el 25 de Diciembre en Norteamérica), que Spielberg “no madura” pese a estar en base seis y sigue haciendo películas para niños. Matices más, matices menos, por allí ha ido “la crítica especializada”.

Los temas de un realizador y de un artista en general no obedecen a una regla general, ni a la edad de este. Los temas obedecen al “pathos” del realizador, es lo que “lo mueve”. Puede tener más de sesenta años y hacer películas para niños o tener veinte y realizar películas con “mensaje social”.

Lo que importa es el resultado, el producto. Y acá la regla sí es válida para cualquier artista. Puede impulsarlo el hacer una novela que “cambie el mundo” y el resultado ser un adefesio; o una película “solo para niños”, de mero divertimento, que sea una joya del cine.

Pese a que se trata de un mismo objeto de arte (una película, una novela, un poema, etc.); una cosa es el gusto o preferencia del crítico y otra muy distinta la opción del artista, que no necesariamente coincide con la del “crítico” (que es lo más recomendable, dicho sea de paso).

Caballo de guerra se centra en la relación entre un joven y su caballo, que lo entrena desde que es un pequeño animal. Existe una relación especial entre ambos. Sin embargo, no habría película si no existe el conflicto que la mueva. Estamos en vísperas de la I Guerra Mundial y el animalito en cuestión es vendido por el padre del muchacho a la caballería inglesa. (Recordemos que hasta la Gran Guerra se utilizó la caballería como parte de la ofensiva militar).

Pero no todo termina allí, Joey (así se llama el equino) cambiará de dueño conforme las vicisitudes de la guerra (toda la cinta gira en torno a sus andanzas por los campos de batalla). Muerto en acción el oficial inglés que lo compró, pasará a manos de los alemanes como bestia de carga, luego huirá a campo traviesa entre el fuego de ambos bandos en una de las más emocionantes y líricas escenas de la película. Realmente Spielberg “tiene mano” para narrar visualmente las “escenas fuertes”. No solo la huída de Joey entre dos fuegos; se encuentra también el fusilamiento de los chicos desertores del ejército alemán o la incursión de la caballería inglesa en un campamento alemán “sin el aviso previo de guerra” (recordemos también que hasta la I Guerra se debía notificar “por cortesía” al bando contrario del ataque que se iba a acometer).

Y, no podía terminar sino donde empezó. Luego de cuatro duros y penosos años de lucha, Joey y Albert se reencuentran de nuevo; pero como todo no es fácil en la vida, deberá recuperarlo a través de una subasta pública, así como lo hizo su padre años antes cuando lo compró. En esa escena hay otro giro rocambolesco, presentándose a la subasta el abuelo de una niña que quiere llevarse al caballito pagando una suma exorbitante para la época, manteniendo así en vilo al espectador hasta el final.

Spielberg sigue siendo un buen narrador, un buen contador de historias, sea para niños o para adultos, y en esta película se ha depurado, como que los elementos se encuentran más balanceados, acercándose en esa armonía a los clásicos del ayer que siempre han sido su inspiración.

Una escena que dice todo “el mensaje” que quiso dar en las cerca de dos horas y media de proyección: la cooperación entre los hombres cuando dejan de pensar en nacionalidades o intereses egoístas y se centran en el bien común. Ello a raíz del “rescate” que hacen de Joey, enredado entre las alambradas, saliendo de sus trincheras tanto un soldado inglés como uno alemán, simbolizando la unión en el estrechamiento de manos con el que se despiden para retornar cada uno a su trinchera. Es una de las escenas más conmovedoras que, por derecho propio, pasará a la galería del pacifismo y la amistad pura y desinteresada más allá de los mezquinos intereses propios, sea de las personas o de las naciones.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es


CABALLO DE GUERRA [War Horse]
Dir: Steven Spielberg
Guión: Lee Hall y Richard Curtis, basado en la novela de Michael Morpurgo
c/ Jeremy Irvine (Albert Narracott), Peter Mullan (Ted Narracott), Emily Watson (Rose Narracott), Niels Arestrup (Grandfather), Tom Hiddleston (Captain Nicholls), Benedict Cumberbatch (Maj. Jamie Stewart), Celine Buckens (Emilie)
EEUU/2011/Drama***/Estrenos

martes, marzo 20, 2012

EL ESPÍA QUE SABÍA DEMASIADO


George Smiley es un agente del servicio secreto británico. Pero no es un James Bond, ciento por ciento acción y rodeado de bellas mujeres. Todo lo contrario. Reposado, reflexivo, frío, se acerca más al temperamento de un jugador de ajedrez que al de un hombre de acción. Al otro lado del tablero se encuentra su eterno rival en el servicio secreto soviético, Karla, jugando ambos una apasionante partida de ajedrez.

Estamos ante un George Smiley viejo, con una vida familiar destrozada por su trabajo, una esposa que lo engaña con total impudicia, licenciado del servicio secreto por oscuras manipulaciones, pero vuelto a llamar ante las sospechas de un “topo”, un infiltrado que trasmite información a los rusos. Smiley desplegará sus cualidades y su “olfato de caza” para dar con el espía. Duelo de inteligencias y astucia más que de fuerza bruta. De allí que la cinta tenga un ritmo moroso, “aburrido” para aquellos acostumbrados al prototipo del 007.

Quizás la película no llame tanto la atención ahora. Ya no estamos en la época de la “guerra fría” entre Occidente y la desaparecida Unión Soviética, pero no por eso deja de inquietar este interesante filme. Con un Gary Oldman muy en caja para el papel principal. Vemos a un George Smiley un tanto melancólico, taciturno y desilusionado de la vida, aunque no exento de cumplir con su deber cuando lo llaman a servir de nuevo a su país.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es


EL ESPÍA QUE SABÍA DEMASIADO [Tinker Tailor Soldier Spy]
Dir: Tomas Alfredson
Guión: Bridget O'Connor y Peter Straughan, basado en la novela de John le Carré
c/ Gary Oldman (George Smiley), Colin Firth (Bill Haydon), John Hurt (Control)
UK/2011/Thriller***/Estrenos

viernes, marzo 16, 2012

JOHN CARTER ENTRE DOS MUNDOS


Lograda adaptación de la clásica historia de Edgar Rice Burroughs

Lo bueno es que ha respetado la historia y la han sabido trasplantar adecuadamente al cine. Y algo primordial: no tomarse en serio. No han partido de un discurso grandilocuente o acartonado, sino que se la han tomado como lo que es: un divertimento. Ni más ni menos.

Por cierto, en este tipo de filmes no vamos a esperar grandes actuaciones, ni nada parecido. No estamos ante una película “intelectual” o “con mensaje”. Solo entretener. (Tampoco se vayan a tomar en serio que en Marte un ser humano puede respirar como en la Tierra).

Un divertimento estructurado como las viejas seriales: con trepidante acción, casi sin “puntos muertos”, desplegando una parafernalia de efectos especiales impresionante (ya vemos por qué costó doscientos cincuenta millones de dólares).

Una novedad ha sido la inclusión como personaje de Edgar Rice Burroughs, el autor de la historia original. No es la primera vez que se hace en el cine. En El hombre que sería rey (1975), de John Huston, se incluyó como personaje al propio Rudyard Kipling, el autor de la historia original.

Película que rinde tributo implícitamente a uno de los padres de la CF como lo fue Edgar Rice Burroughs (el creador de Tarzán) y que hace un siglo atrás desplegó un mundo de fantasía e imaginación que lo veríamos en el cine repetidas veces como, por ejemplo, en la saga de George Lucas. Ya conocemos de dónde proviene todo ese imaginario que nos deslumbraría en La guerra de las galaxias.

Filme con ingenio, narrado con pulso firme por el realizador de Wall•E y Buscando a Nemo, demostrando que no necesariamente los blockbusters deber ser acartonados y aburridos.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es


JOHN CARTER ENTRE DOS MUNDOS [John Carter]
Dir.: Andrew Stanton
Guión: Andrew Stanton, Mark Andrews, Michael Chabon basado en la historia de Edgar Rice Burroughs, "A Princess of Mars"
c/ Taylor Kitsch (John Carter), Lynn Collins (Dejah Thoris), Samantha Morton (Sola), Willem Dafoe (Tars Tarkas), Daryl Sabara (Edgar Rice Burroughs)
EEUU/2012/Fantasía, acción***/Estrenos

martes, marzo 13, 2012

LA COSA DE OTRO MUNDO


Tercera adaptación del célebre cuento de John W. Campbell Jr., Who Goes There?

La primera adaptación fue de 1951 y se estrenó con el título El enigma de otro mundo (The Thing from Another World) de Christian Nyby. La segunda data de 1982 y pertenece a John Carpenter con el directo y seco título de La cosa (The Thing). Esta tercera adaptación pretende ser una “precuela” (historia anterior a los hechos ocurridos en otro filme) de la recordada adaptación de Carpenter (la escena final de la película bajo comentario es el inicio de la que ocurre en el filme de 1982), rindiéndole de esa manera claro tributo a uno de los maestros contemporáneos del cine de terror.
A modo de estadística, diremos que entre adaptación y adaptación existe un promedio de treinta años.

La singularidad de la historia es que el alienígena o “la cosa” se puede mimetizar en cualquier ser viviente, humano o animal, ejecutando un perfecto duplicado que alberga al maligno ser de otro mundo. Por lo tanto, dentro del grupo humano atacado se desconfía de cualquiera, en vista que puede ser el extraterrestre, generando un clima de paranoia y de sospechas mutuas.

La historia era una precisa metáfora del irrespirable clima que se vivió en Norteamérica en la era de la llamada “caza de brujas” entre los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado, promovida por el tristemente célebre senador Joseph McCarthy, siendo cualquiera sospechoso de comunismo o de propagar “ideas anti americanas”, clima del cual no estuvo exento el propio Hollywood.

Evidentemente que las adaptaciones de John Carpenter y de Matthijs van Heijningen Jr.
carecen de esa lectura, dado que se estrenan en tiempos distintos a la primera adaptación.

La adaptación carpenteriana era bastante claustrofóbica. Encerrados en una base científica de la Antártica se vivía ese clima de paranoia que envolvía a todos los miembros del grupo. Con personajes bien definidos, teniendo a Kurt Russell en el protagónico, supo sacar adelante el proyecto, con una escena final presagio de victoria pírrica de los humanos sobre el alienígena. (Los fanáticos de la CF y el terror deben buscarla en dvd, no van a salir defraudados).

Esta tercera adaptación es tributaria de la de Carpenter, no solo por la pretendida “precuela” (el año de ambientación, 1982, es el mismo de la fecha de estreno del filme de Carpenter), sino porque trata de nutrirse de los elementos de claustrofobia y conflicto en el grupo humano, como lo hizo el maestro treinta años atrás. No siempre lo logra, pero cumple. Igualmente es tributaria del Alien de Ridley Scott. No solo porque “la cosa” se parece un poco al del recordado filme de 1979, sino por la despiadada caza que perpetra el alienígena sobre el grupo, eliminándolos progresivamente; así como la protagonista principal, con un aire a lo teniente Ripley. Se nota una inspiración bastante evidente en esta otra ya clásica cinta del cine de terror.

Obra de cinéfilo apasionado, La cosa se deja ver y no va a defraudar a los fanáticos del terror y la ciencia ficción.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es


LA COSA DE OTRO MUNDO [The Thing]
Dir.: Matthijs van Heijningen Jr.
Guión: Eric Heisserer, basado en el cuento "Who Goes There?" de John W. Campbell Jr.
c/ Mary Elizabeth Winstead (Kate Lloyd), Joel Edgerton (Sam Carter), Ulrich Thomsen (Dr. Sander Halvorson), Eric Christian Olsen (Adam Finch)
EEUU,Can/2011/Terror, CF***/Estrenos

miércoles, marzo 07, 2012

A CUARENTA AÑOS DE LA NARANJA MECÁNICA


La película no estuvo exenta de escándalo en su estreno, hace cuarenta años. Para algunos una obra maestra, para otros un esperpento, un “bajón” en la trayectoria de Stanley Kubrick, ya consagrado “director de culto” gracias a 2001: Odisea del espacio.

El escándalo posibilitó que el filme estuviera en cartelera semana tras semana y originase largas colas para verla (algo inimaginable para una cinta el día de hoy). Pero, ¿qué es La naranja mecánica?

Inscrita dentro de lo que se conoce como “distopía” o antiútopía, describe un Londres futurista exacerbado por la violencia juvenil, imposible de frenar ni con las más sofisticadas terapias sicológicas, hasta que un grupo de médicos encuentran “la cura” en un procedimiento que inhibe los reflejos de violencia del ser humano, basado en la teoría de Iván Pavlov. El partido político en el gobierno, de tendencias conservadoras y autoritarias, lo auspicia a fin de asentarse y perpetuarse en el ejercicio del poder. Naturalmente que para ese procedimiento experimental se requiere de un voluntario, entrando a tallar el personaje de Alex.

Alex, el joven líder de una pandilla que asola la ciudad de noche, es lo que podríamos decir un ser salvaje natural. Vive en libertad absoluta de sus instintos por lo que obviamente va a “chocar” contra las leyes y convenciones de la sociedad. No ha internalizado la represión de sus instintos, como la mayoría de seres humanos lo hacemos, viviendo en “estado puro”. Por eso no nos cae tan mal pese a los latrocinios, violaciones y “ultraviolencia” que ejerce (personaje creíble gracias a la formidable actuación de Malcolm McDowell). Representa algo que nosotros anhelamos y que en sociedad hemos perdido: vivir en estado natural.

Naturalmente que esa etapa sin límites a los instintos se le va a terminar y la sociedad se impondrá, “castigándolo” por los desmanes cometidos. Allí está presente la sanción moral y jurídica. El castigo no es solamente “el peso de la ley”, sino también de la sociedad que, a modo de las novelas decimonónicas, las víctimas de Alex lo castigarán, una vez que este obtiene su libertad, tras someterse al método de inhibición de los reflejos de violencia.

Ese “castigo moral” es quizás más significativo que el jurídico, dado que las víctimas de Alex buscan sancionarlo con una pena similar a la causada por él: comenzando por los padres del personaje que le dan la espalda cuando sale de prisión, luego el mendigo golpeándolo cuando recuerda en sus facciones al muchacho que le propinó una dura paliza, sus ex camaradas de travesías nocturnas convertidos en policías también lo golpearán hasta casi matarlo, para completar con la inducción a la muerte que busca el intelectual cuya esposa murió por la salvaje violación de Alex y sus “drugos”. Se cumple “el ojo por ojo” bíblico.

Pero, la moraleja no queda allí. Precisamente sucede un escándalo a raíz del intento de homicidio contra Alex, por lo que el gobierno se ve en la necesidad de “rehabilitarlo”, devolverle “las facultades” de su anterior estado natural, exclamando el protagonista al final de la película “ahora sí estoy curado”, mientras visiona en su mente que viola a una muchacha y es aplaudido por unos espectadores con apariencia “burguesa”, metáfora que explica el reconocimiento o la tolerancia que se ve impelida la sociedad de aceptar a Alex “tal como es”. En cierta forma él ha ganado contra los convencionalismos. O, si se quiere, ha hecho un “acuerdo” con el gobierno de protección mutua. Aparentemente “se domestica a la fiera” para exhibirla públicamente.

El guión de Stanley Kubrick es bastante fiel a la novela de Anthony Burgess, que contiene mucho de corrosivo sarcasmo sobre la condición humana (la metáfora gira sobre la maldad innata del ser humano, a diferencia de los utopistas que creían en la bondad del hombre, solo que la sociedad lo corrompe), inscribiéndose en la rica corriente de las novelas que describen un futuro nada halagüeño para la humanidad.

También se respetó la jerga utilizada por Burgess, con palabras de origen eslavo. Según confesó el autor, la idea era hacer atemporal la novela y que pudiese ser leída por las generaciones futuras, sin que sientan el paso de los años. Y, sobre el título, si bien se han tejido múltiples explicaciones (La naranja mecánica se menciona en la novela como la obra que está preparando el escritor, cuya esposa es violada por Alex y sus drugos), de cierta manera alude al contrasentido que sería un hombre sin sus sentimientos e impulsos más innatos (“tan raro como una naranja mecánica”), coactando de esa manera su libre albedrío. La libre elección que, como ser humano, debe ejercer entre el bien y el mal; lo que se encuentra claramente expresado en el discurso del capellán de la prisión, cuando Alex es liberado.

Sobre el famoso capítulo final donde se produce un giro al sentido de lo narrado al vislumbrar una “regenación de Alex”, se dice que Kubrick no tuvo ocasión de leerlo en la edición que llegó a sus manos (siempre declaró que conoció la novela por ser obsequio de un amigo y quedó prendado del argumento), otros dicen que sí llegó a conocer el referido capítulo que no estaba en todas las ediciones en lengua inglesa. Personalmente me inclinó hacia la última tesis, dado que Kubrick era muy minucioso en todo, incluyendo sus fuentes de información, pero prefirió cortarlo en el momento que Alex es “curado” y llega a una componenda con el partido en el gobierno, así le daba más “fuerza” a la escena final. Lo cierto es que ese capítulo afectaba todo el sentido dramático de lo narrado anteriormente, en especial “la moraleja” (el hombre es malo por naturaleza), por lo que el realizador prefirió obviarlo en la adaptación cinematográfica; aunque el dichoso capítulo no parece tanto un “mensaje redentor” sobre la condición humana como algunos creen, sino una burla final de Burgess ante quienes sostienen que la cultura y sus instituciones pueden atenuar o hasta mejorar la naturaleza del hombre.

Lo cierto es que La naranja mecánica cimentaría la carrera de Stanley Kubrick, siendo una de sus mejores películas, junto a 2001 y Barry Lyndon, su siguiente trabajo; y, se mantiene tan fresca e inquietante como el día de su estreno, hace cuarenta años ya. Tan inquietante y tan rara como una naranja de relojería.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es

viernes, marzo 02, 2012

EL ARTISTA


¿Porqué una película como El artista puede encandilar a millones de personas e incluso ganar numerosos premios incluyendo el Oscar del presente año, y otra infinitamente superior y compleja como Hugo apenas llevarse unos premios secundarios, si las dos tratan del cine?

Creo que “el encanto” de El artista está en el tratamiento en una época saturada por el sonido y el color, amen del 3D. Una “película muda” y en blanco y negro por añadidura, iba a llamar la atención. Y, para colmo, su tema sea “el cine dentro del cine”. Con el marketing adecuado no había pierde.

Ya en el 2011 se escuchaba de la conmoción que causaba en Europa una película francesa, con actores franceses en los protagónicos y que pudo competir en el Oscar como mejor película (y no como “película extranjera”) gracias a que los intertítulos son en inglés y trata de una época crucial para el desarrollo del cine en Norteamérica: el advenimiento del sonoro que dejará sin trabajo a muchos actores de la época silente como el protagonista, con un apellido que alude muy estrechamente al prototipo de galán de aquellos años, el mítico Rodolfo Valentino.

Pero el hecho ya había sido tratado en otra película hace exactamente sesenta años, Cantando bajo la lluvia (1952), musical que cuenta esas vicisitudes del tránsito de lo mudo al sonoro.

Tampoco El artista es novedosa en la idea de hacer una película muda en plena era del sonido. Mel Brooks lo intentó en 1976 con una comedia titulada precisamente Silent movie, bastante olvidada en los últimos años hasta por “la crítica especializada”. Comedia con hartos gags y sus infaltables compinches Marty Feldman y Dom DeLuise, que también era una historia del “cine dentro del cine”. Genial ocurrencia de Brooks. (Y me dicen que en 1999 Aki Kaurismaki hizo también una película muda, un drama pasional en blanco y negro titulado Juha, el cual no tuvo tanta trascendencia como El artista).

Pero todos esos antecedentes no explican el éxito de una cinta bastante sencilla y con un tema harto manoseado.

Creo que allí está la respuesta. El artista gusta por su sencillez en la trama, porque hay melodrama, comedia y música, y al final “ganan los buenos”. “Final feliz” como gusta a la gente. Son esos temas eternos del amor, la felicidad y la fortuna vueltos a contar una y otra vez. Hasta el expresivo perrito cumple su cometido (y de verdad que merecía un Oscar). En cambio, Hugo es más compleja, con más significantes que la epidérmica El artista. Hugo trae consigo una “arte poética” que la otra carece. Con cada visión de Hugo uno rescata más significantes; en cambio en El artista no sucede eso. Son sus grandes logros, pero también sus grandes límites.
Eduardo Jiménez J.
ejjlaw@yahoo.es


EL ARTISTA [The Artist]
Dir. y guión: Michel Hazanavicius
c/ Jean Dujardin (George Valentin), Bérénice Bejo (Peppy Miller), John Goodman (Al Zimmer), James Cromwell (Clifton), Penelope Ann Miller (Doris)
Fra/2011/Comedia, melodrama***/Estrenos